Ana Sacerdote
Jorge Mara-La Ruche, Buenos Aires
Causó sorpresa en la escena porteña la obra de Ana Sacerdote (Roma, 1925), artista casi desconocida aquí que emigra a la Argentina cuando el fascismo hizo estragos en Italia.
Tras interactuar a mediados de los años 50 con artistas concretos y abstractos en Buenos Aires y pintar sus primeras obras con formas de la abstracción, la artista parte a París con una beca. Luego, lleva una vida trashumante acompañando a su marido a distintos destinos laborales. En el importante libro-catálogo que acompaña la exhibición, “Ana Sacerdote: Un caso argentino de la pintura musical”, José Emilio Burucúa escribe que sus piezas “son puro juego del espíritu, […] construcciones ideales y estéticas que prefiguran, sublimada, la historia del futuro”.
Ecos de Klee y Kandinsky, sonidos de Esteban Lisa (Toledo, 1895-Buenos Aires, 1983) −que cultiva un perfil tan bajo, que nunca muestra su obra en vida− en los óleos y gouaches de esta exhibición, curada por David Weseley. El lenguaje de la abstracción libre predomina en estas piezas de la década del 50, 60, plenas de manchas y ritmos, líneas y fantasías. Entonces florece tanto el movimiento como su subjetividad y surge la dimensión sonora de sus pinturas.
Hace más de 50 años, Sacerdote filma Essai de couleur animeé (1959), ensayo de color animado basado en las abstracciones que pinta, y filma, expresamente para el proyecto. La película, exhibida en el marco de la Bienal de San Pablo (1965), ofrece una impresionante compaginación en blanco y negro. Mostrada en Sammer Gallery de Pinta Londres (2011), la animación expresa incluso la personalidad de la artista, adelantada a su tiempo y expuesta desde pequeña a su culta familia y al amor de su padre por la música, las matemáticas y geometría. Es coherente que, a comienzos de 1970, Sacerdote se interese en los nuevos medios, creando dibujos con computadora y experimentando con videoarte.