Antoni Miralda

Art@Work, Miami

Por Adriana Herrera | octubre 03, 2011

La instalación Lingua, de Antoni Miralda en Art@Work confirma ese desbordamiento de lo institucional que ha caracterizado a este lugar de exhibiciones instalado en la sala de espera de un consultorio de ortodoncia. Así, la obra de este artista catalán que realizó en 2010 la retrospectiva
De gustibus non disputandum en el Palacio Velázquez en el Parque del Retiro de Madrid, organizada por el Museo Reina Sofía, fue vista por desprevenidos –y sorprendidos- pacientes.

Antoni Miralda

Miralda, hacedor de festines, inauguró la exhibición con un banquete en el que suculentas manzanas preparadas por su compañera Montse Guillén, acompañaban a un cerdo asado e iluminado por pequeños fuegos. En el interior de la sala de espera se desplegaba una parte de las fotografías
de lenguas que integraron la inmensa obra Lengua de lenguas, expuesta por primera vez en el pabellón de comidas de la Expo 2000 en Hannover, Alemania. Varias de éstas fueron tomadas gracias a la cámara que durante su exhibición Las recetas de la abuela, en el Miami Art Museum, daba licencia para que los visitantes se fotografiaran mostrando la lengua. Ese gesto de desafío, a la vez tan íntimo y tan liberador, contiene tanto la capacidad de realizar un registro de identidad único, como de documentar una forma de catarsis, y de ruptura de hegemonías, que resulta clave en su obra. También había lenguas fotografiadas –como no- durante un carnaval.

El hallazgo de “mitemas” o elementos significativos en las narraciones y prácticas de la cultura que Levi Strauss realizó a partir de oposiciones como lo crudo y lo cocido; la función de catarsis que Bajtin desentrañó en lo carnavalesco; esa celebración desbordante y aniquiladora de jerarquías que Rabelais extrajo de lo popular y convirtió en literatura; y el sentido del festín pantagruelesco; anteceden e impregnan la obra de Miralda. Este lúdico artista- antropólogo en lugar de cumplir la función de enumerar los males de la tribu, documenta, y expone los bienes ligados a la lengua: sabor y saber de infinidad de culturas que origina platos (en su doble acepción de contenedor y preparación), esculturas, instalaciones, performances, fotografías, videos, que permiten probar en incontables espacios de la tierra los cocidos de numerosas culturas del mundo. Con toda razón, Humberto Eco lo considera el diseñador de un gran festival sociedades contemporáneas que “han perdido el sentido del festín, pero han conservado la oscura atracción oscura hacia éste”. Rabelesiano, pantagruelesco, Miralda desobedece los criterios de la estética publicitaria: todas las lenguas, las bocas abiertas que muestra son perfectas en su variedad, en su expresión de carácter, de identidad singular, pero también en el concierto de una celebración que aniquila las categorías de lo bello y lo grotesco. Esa función que Levi-Strauss realizó al desdeñar el etnocentrismo europeo y la noción de lo primitivo, se traslada a una obra contemporánea que revive –a través de medios como el video también expuesto en la sala de Art@Works- ritos de cocina en Mauritania ó Hannover y en incontables ciudades o pueblos y aldeas donde Miralda ha explorado –sin saciarse- esa atemporal metonimia de la lengua que contiene al que habla, al que cultiva, y al que cocina los alimentos expandiendo siempre la preparación del universo cultural. La memoria humana albergada en vajillas, recipientes, rastros o muestras del arte culinario y de su inabarcable parafernalia instrumental, e incluso documentaciones testimoniales, y una delirante serie de registros visuales que incluyen música especialmente compuesta para los performances de sus festines son el acervo de la Fundación creada por Miralda FoodCulturaMuseum. En la fría sociedad industrial todo cuanto hay de festividad en su obra nos retorna a la tibieza originaria del ser alimentados.