Antonio Briceño

Sala de Expediciones BOD-Corp Banca Centro Cultural, Caracas

Por Beatriz Sogbe | junio 24, 2011

Finlandia es uno de los países más septentrionales de Europa. Ubicado entre el paralelo 60 y 70°, puede resultar demasiado lejano para los latinoamericanos. Un país cuya tercera parte se ubica en el círculo polar y cuya media de temperatura anual esta por debajo de los 0° C. Estas condiciones climáticas extremas no dejan de tener su fascinación, en cuanto al comportamiento y el modo de vida de este maravilloso pueblo. De tal manera que los estudiosos del clima tienen este sitio de gélidas temperaturas, como ejemplo de adaptación de su gente a ese medio. Sabemos que en esa inmensidad casi eterna de sus nieves manejan en su lenguaje muchas tonalidades de blanco –que son ajenas a los que vivimos en el trópico donde el brillo de la luz enceguece las pupilas. Es de esperar que el nativo vea en esas nieves mucho más que lo que el
lego pueda percibir.

Mika Saijets’s 520 reindeer. Superimposed photographs on acrylic, 59 x 59 in. Photograph: Antonio Briceño. Los 520 renos de Mika Saijets Superposición de fotografías sobre acrílico, 150 x 150 cm. Fotografía: Antonio Briceño

Antonio Briceño (Caracas, 1966) se interesó por esa gente y ese ámbito. Indaga sobre las tribus nómadas sámi y descubre –a través de un periodista cuya tesis se basó en su lengua aborigen-, que los sámi tienen 520 palabras para identificar a los renos basándose en su color, pelo, cuernos y sexo. Porque la gente de Laponia se identifica tanto con el reno que puede –en su rebaño-, reconocer a cada uno de sus animales.

El tema subyugó al artista y preparó una muestra fotográfica que tituló “520 renos. Homenaje a la cultura sámi” en la cual refleja la identificación del nativo con estos animales, el paisaje, su clima, y la luz de ese entorno.

La muestra llega al cenit al superponer fotografías –con base transparente-, donde se yuxtaponen lenguaje, paisaje y animales, que resumen la identificación del nativo con ese lugar mítico de nieves casi eternas. El hombre de la ciudad abandona su instinto animal, pero el aborigen –más allá que pueda usar trajes o indumentarias occidentales producto de la globalización- , sigue manteniendo su sentido de pertenencia ante su medio. Es una forma de sostenerse en el medio y la respuesta, ecológicamente, correcta de asumirlo.