Beatríz González. La comedia y la tragedia. Retrospectiva 1948-2010.
Museo de Arte Moderno de Medellín, Medellín
Regida por cuatro ejes temáticos se presenta la retrospectiva La comedia y la tragedia 1948-2010 de Beatríz González en la sede Ciudad del Río del Museo de Arte Moderno de Medellín.
Estos ejes, rigurosamente cronológicos, determinan: sus Inicios (1948-1965), su preocupación por la representación en el Descubrimiento de la cámara fotográfica (1965-1978), sus reflexiones en torno a la idiosincrasia de la sociedad colombiana en El gusto (1967-1985) y su posición frente a nuestro conflicto social en Desde Turbay (política y conflicto) (1978 en adelante); que cuentan con la curaduría de Alberto Sierra y Julián Posada.
De acuerdo con esta curaduría se perciben tres intereses en González: la historia, la investigación y el carácter popular de la imagen, los cuales han atravesado la carrera de esta artista, si se considera que es una especialista en arte colombiano del siglo XIX y fue curadora del Museo Nacional de Colombia, el lugar destinado a preservar la memoria histórica de nuestro país. Pero alejados de su trabajo curaturial, el principal interés de González ha sido el carácter de la imagen, en donde plásticamente ha desarrollado un lenguaje particular, que hace que su pintura sea un intrincado universo en el que el color y la forma manifiestan una posición frente a determinadas circunstancias.
Dentro de las 185 piezas que conforman la exhibición, se encuentra la iconográfica Los suicidas del Sisga (1965), considerada como la primera obra en donde una “artista […] utiliza la fotografía como herramienta de trabajo”, de acuerdo con la historiadora Carmen María Jaramillo; ésta, además de marcar el principio de la madurez en su producción, mediatiza un recorte de prensa, que ilustra, a través de la pintura, la tragedia de una pareja que decide suicidarse por la condena social que el estamento mismo le impone; su desarrollo formal en grandes planos de color contrastados, informan sobre el desenfoque de la fuente y la precariedad con que las imágenes de los medios rojos informan a la sociedad los acontecimientos cotidianos que pueblan sus páginas.
Pinturas que sin duda alguna ironizan una sociedad desmedida en todas las proporciones y sentidos, tal como lo expresara González en 1974; desmesura que permea todas las capas de la sociedad, tal como lo percibió la artista al representar al ex presidente Julio César Turbay alrededor de 1980 y mostrar con sarcasmo, pero siempre con ética, la frecuente presencia de este personaje en actividades sociales mientras un país se inmersa en las manos del recién aparecido fenómeno del narcotráfico. Las siguientes tres décadas de la producción de la artista se concentrarán en mediatizar la violencia generalizada en Colombia: la toma del Palacio de Justicia en 1985, los muertos anónimos, producto de la lucha por la propiedad territorial o por el paramilitarismo, son muestras de ello. Y en medio de aquel panorama, para volver a las palabras de la artista, no queda otra cosa que morirse y punto.