Carmelo Arden Quin
MEC Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, Córdoba, Argentina.
Las tensiones políticas entre Argentina y Uruguay debido a la instalación de una planta papelera sobre el río limítrofe representan lo peor de la civilización rioplatense: contaminación, agravios antifraternales, y malestar. La exposición retrospectiva “La Invención Lúdica” de Carmelo Arden Quin, delicadamente curada por Patricia Avena Navarro, supone todo lo contrario en la relación Argentina / Uruguay: un itinerario transfluvial de color, formas e inventiva.
Por primera vez el río trae a este gigante de la historia del arte a la Ciudad de Córdoba, y lo hace en el Museo Caraffa escoltada por el local Oscar Brandán y el recientemente premiado con el Salón local, Rodrigo Fierro, entre otros.
La intensidad del trabajo del uruguayo, argentino por adopción, es densa pero llevadera. Y universal. Su vejez es tan controvertida como las formas de sus piezas y, aunque abreva etimológicamente en Joaquín Torres García, posee esa alegría candombera que tiene la musicalidad con la que el maestro atravesó los lineamientos estéticos del movimiento MADI que él mismo fundara.
Entrar a las salas del museo es un ejercicio de colocación de auriculares. Pero en los ojos, en la medida que el ritmo y los colores son los que ordenan la afinación de la mirada en el melódico universo personal de uno de los más importantes artistas del cono sur.
Muchos han hablado de “un pintor geométrico”, pero mejor sería plantearse un pintor musical, un artífice del colectivo “Grupo de arte concreto Invención” que se rió de los cuadros cuadrados y los marcos paralelos. Si se quiere mirar la música, hay que tener en cuenta que Las ventanas de Carmelo son distintas, porque esta poesía necesita su propio encuadre.
En el año de su centenario, la obra de este revolucionario de pincel y ritmos multicolores que fuera compañero de Gyula Kosice y Enio Iommi, emite frecuencias propias. Es que nadie podría seguir a Mondrian, crecer con Torres García, tomar el te en la casa de Grete Stern y cenar con Le Parc sin volverse un compositor rupturista, un arquitecto, un inventor de colores, ritmo y libertinos.
Más allá de las formas y los compromisos, el inventor declararía "Ni expresión (primitivismo); ni representación (realismo); ni simbolismo (decadencia). INVENCION.”