Cristina Lei Rodríguez
Fredric Snitzer, Miami
La decadencia es sin lugar a dudas uno de los rasgos culturales más definitorios de la sociedad contemporánea. Esa sensación de deterioro que para Fredric Jameson es premonición del postmodernismo en sí mismo, invalida nuestra capacidad para predecir con certitud hacia dónde vamos.
A veces, en medio de la vorágine desenfrenada que implica el día a día, pareciera que alcanzamos un momento de lucidez donde todo, de súbito, se congela. Es precisamente en ese sesgo donde descubrimos que los bordes no son nítidos y que todo se fusiona en una suerte de amalgama viscosa a punto de colapsar o derretirse. La propuesta artística de Cristina Lei Rodríguez se ubica justo en este momentum: intersticio crucial que nos resume y sentencia.
Este sino explica la razón por la que no podemos asir con precisión la propuesta de esta artista que, escurridiza, escapa a definiciones fáciles. La obra de Lei Rodríguez se sostiene sobre la cuerda tensa y delicada que implica toda dualidad. Sus formas escultóricas constituyen caprichosas armonías dominadas por una tirantez que adivinamos premonitoria. Este sentido antitético que domina su obra puede ser resumido en los siguientes pares dialógicos: formas orgánicas versus formas geométricas; elemento natural versus elemento sintético; carácter abstracto versus sentido referencial, macro versus micro escala; glamour versus decadencia; creación versus destrucción.
“Change”, presentada en la galería Fred Snitzer, es el nombre de la muestra personal del trabajo más reciente de Cristina Lei Rodríguez. El cuerpo de trabajo exhibido en esta muestra podría subdividirse en tres zonas de interés fundamentales.
La primera de ellas asociada a esa sensación extemporánea tan cara a la propuesta de esta artista y que secundó la atmósfera general de la muestra dominada por esa sensación futurista y arqueológica a un tiempo. Pareció que contampláramos vestigios arqueológicos de una sociedad futura: un mundo todavía no consumado, pero al que estamos abocados irreversiblemente. En este subgrupo el título de las piezas se tornaba revelador; tales los casos de Excavation, Rethink. o The End.
Un segundo subgrupo pareció centrarse en un discurso más contingente. La trilogía Cause and Effect es una hermosa alegoría del momento presente que vive la sociedad americana. No es fortuito si cada una de las piezas que integra esta serie (Red, Blue, White) se denominara a partir de los colores de la bandera. Sobre los pedestales bruñidos que reflejaban al visitante que se acercaba a las piezas dispuestas en orden lineal descansaban enigmáticas marañas coronadas por cintas cuyos colores aludían a los valores originarios que construyeron la nación americana. El título general de la muestra, “Change”, adicionaba nuevas lecturas a esta serie.
El tercer grupo de trabajos se concentró en lo que podríamos denominar uno de los síntomas más acuciantes de la sociedad contemporánea: la vanidad. Las piezas que integraban este subgrupo, ligeras, renunciaban al suelo, descansando sobre repisas en la pared. Aquí Settle into Place, Living Off the Accumulation y Open. Esta última, paradigmática por el efectivo uso de la composición, los elementos constitutivos y el color, tenía un alto poder evocador: transmitía una atmósfera de frivolidad no exenta de cierto acento rococó.
Al modo de altares de una civilización en la era del ocaso, “Change” se erige en sino de nuestra época, interpelando nuestros sentidos en cada torsión, cada jirón, en cada gota suspendida.