Doris Salcedo: Unland. Perez Art Museum Miami
La artista nacida en Colombia que ha esculpido y creado instalaciones rituales que son a un tiempo memoria y elegía, formas de raspar en las piedras mudas buscando transcribir las voces enterradas, se inspiró en la poesía de Paul Celán posterior al holocausto.
El título de esta exhibición itinerante organizada por el Museum of Contemporary Art Chicago que reúne el mayor cuerpo de obras de Doris Salcedo (1958, Bogotá) es un vocablo que no existe, sílabas que se agrupan para nombrar lo indecible o lo que –en medio de esa otro oscuridad que es la indeferencia- se ha vuelto inaudible: “Unland”. La artista nacida en Colombia que ha esculpido o creado instalaciones como rituales que son a un tiempo memoria y elegía, formas de raspar en las piedras mudas buscando transcribir las voces enterradas, se inspiró en la poesía de Paul Celán posterior al holocausto. Otras formas de “incendio total” (términos que están en la raíz de esa palabra) han sido vividas por una parte de la población de su país. El carácter de su obra, capaz de cifrar el estremecimiento del dolor en superficies de tanta belleza como fragilidad o de tapiarlo silenciosamente con cemento endurecido entre muebles domésticos, es críptico: doblega la referencia explícita y el discurso racional en modos de revelación poética, surgidos de la iniciación del silencio.
Su continuo trabajo ritual evoca de modo tan contundente como velado la violencia en Colombia, a partir de una transferencia a objetos. Sillas, sábanas apiladas, zapatos encerrados en cajas cubiertas con piel de animal suturada, son sucedáneos de los cuerpos errantes, heridos o desaparecidos y en el acto de desmantelarlos y volverlos a armar cumple modos de restitución de la memoria colectiva lacerada. Esa “ruina de la carne y la piedra” que Susan Sontag evoca citando las palabras de Virginia Woolf sobre las imágenes de la guerra, está presente en las pieles hechas con pétalos, los mantos tejidos con agujas, los muebles unidos con cabellos humanos. Salcedo evoca la herida común, pero su gesto equivale a un acto de sutura que se cumple de modos diversos. En Disremembered (2014), evoca a los muertos olvidados tejiendo para ellos preciosas prendas con seda y agujas incrustadas que se clavan en nuestros ojos para que veamos. En Plegaria Muda (2008–10), de la tierra que ha extendido sobre mesas colocadas una sobre otra, y dispuestas en filas como tumbas alinedas, brota la hierba verde que va creciendo a lo largo de la exhibición como una poderosa reafirmación de la vida. El acto de coser miles de pétalos de rosa a mano que realiza en la instalación A Flor de Piel (2014), no sólo evoca cuán delicado y preciso es el cuerpo colectivo del dolor en una piel suturada que contiene la posibilidad de hallar en sí el recuerdo de lo bello. La huella de la aspiración de Josep Beuys a formas de escultura social se encarma en piezas que liberan, sobre la memoria del dolor, la silenciosa e imparable corriente del potencial creativo. A tanta muerte impuesta, se opone una medida aún mayor de imaginación sublime, como un acto de liberación político. Unland ha sido una de las exhibiciones más hermosas y conmovedoras en la historia del museo.