Doris Salcedo
Flora, Bogotá
Luego de su tránsito por la Fondação Calouste Gulbenkian (Portugal), el Moderna Museet Malmö (Suecia), el Museo Nazionale delle Arti del XXI Secolo MAXXI (Italia), la Pinacoteca do Estado de São Paulo (Brasil) y el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM (México), llega una parte de la instalación Plegaria muda a la Fundación Flora en Bogotá.
Una serie de mesas organizadas por parejas, en las que una de las dos se encuentra invertida con la única función de aprisionar un túmulo de tierra, de las que nace pasto a través de las rendijas, componen esta instalación. Con una iluminación discreta, el ambiente es frío, quizás por la presencia de la tierra, que a la vista parece estar seca, pero que conserva la humedad necesaria para nutrir el pasto que de ella crece y atraviesa la madera. Cada una de estas mesas del tamaño de un ataúd dispuestos de forma horizontal ocupan de manera contundente el espacio, caminar entre ellas se torna difícil, la cercanía entre ellas resulta incómoda. Serie de sensaciones que al recorrer la instalación confirman las palabras de la artista al decir que “ Plegaria Muda busca enfrentarnos al duelo represado y no elaborado, a la muerte violenta cuando es reducida a su total insignificancia y que forma parte de una realidad silenciada como estrategia de guerra”.
Cada presencia de estas estructuras vivas (en esencia) representa, desde la misma materia –madera, tierra, humedad y material vegetal–, el ritual funerario de cada uno de los muertos anónimos, a los cuales pretende rendir una plegaria, todos ellos víctimas de un conflicto armado a costa de cualquier precio. Parte de su reflexión en la conformación de esta obra (2008-2010) se centró en los falsopositivos, o personas pertenecientes a una población desfavorecida, marginal, que fue atraída con la promesa de ocuparse en un trabajo, para luego ser asesinadas por las fuerzas militares, con el fin de ser presentadas como guerrilleros N.N.: dados de baja en combate en palabras de Salcedo.
Su escultura simbólica [llena de] materiales poseedores y transmisores de significado, capaces de establecer una comunicación con el espectador tanto a un nivel físico como a nivel espiritual, tal como lo diría en 1988, hacen de Plegaria muda, un lugar más allá del arte, un espacio complejo en el que el silencio, el frío, la discreta iluminación, disponen a cierta contemplación y respeto, que sólo nos conducen a reconocer, de la misma manera que la artista, que aquella repetición implacable y obsesiva del túmulo enfatiza la dolorosa repetición de [todas aquellas] muertes innecesarias.