EL DIÁLOGO REVELADOR DE CRUZ-DIEZ Y ARIEL JIMÉNEZ
El libro Carlos Cruz-Diez en conversación con Ariel Jiménez es el primer título de un significativo proyecto editorial de la Fundación Cisneros encaminado a enriquecer la historia en construcción del arte latinoamericano con un recurso tan valioso como olvidado por la crítica: el insustituible diálogo con el artista. Este volumen recobra una práctica fundacional de la cultura occidental que como lo recuerda Gabriel Pérez Barreiro en su lúcida introducción- deshace el mito modernista de que la visión del creador es irrelevante para la comprensión de la obra.
Participar, como lectores, del arte de la conversación entre Cruz-Diez, cuyo compromiso con la reinvención del arte se tradujo en la búsqueda del modo más puro de “lanzar el color en el espacio”, y el reconocido críti- co venezolano Ariel Jiménez –quien fue su asistente en París- equivale a revivir la trayectoria de una vida consagrada a la experimentación y el modo en que se inscribió en la historia de su propio tiempo.
La conversación intercala la reconstrucción cronológica de esta incesante experimentación captada en toda su repercusión política y humanista, con las agudas reflexiones del crítico. El ejercicio transfiere la emoción que antecede las revelaciones. Partiendo de la necesidad de entrar a la historia compartida por los artistas latinoamericanos, del imperativo de encontrar “un discurso propio” para “salvarse del olvido”, reconstruye la travesía que va de la iniciación formadora a la consagración pasando por los períodos de dudas y la incomprensión de los hallazgos, en medio de las coyunturas geopolíticas. Incluye rememoraciones como el descubrimiento de que “saber ver” es inseparable de imaginar, y el largo proceso de renuncia de Cruz-Diez a lo que él llama “un estilo”, y Jiménez identifica como “el placer ante la pintura en sus formas ya realizadas”, para al fin ser capaz de producir una obra nacida de la misma inestabilidad del color desprendido del soporte y entrar así en la historia. Paralelamente rehace aspectos entrañables como el nexo entre la organización medieval de los talleres de los flamencos y la conmovedora manera en que Cruz-Diez ha logrado hacer de su vida y de su arte una sola cosa.
Entre los múltiples aportes a la reescritura del arte que este diálogo permite está la precisión de que el giro decisivo hacia el cinetismo no provino en Venezuela de la influencia de la exposición del grupo Arte Concreto Invención, sino de Las cafeteras, de Otero. E igualmente, la relación que éste tuvo con la industria y el proyecto modernizador.
El lector asiste a la titánica lucha de Cruz-Diez con los materiales. Una travesía en búsqueda de posibilidades que incluye la fabricación de máquinas cons- truidas por él mismo para desafiar las limitaciones del cartón, o del PVC, y el aluminio, hasta llegar al uso de la tecnología digital, sin perder nunca la factura artesanal que se atestigua en su estudio. Un viaje que paradójicamente libera la noción de la autoría de la ejecución física. Porque lo perdurable es su invención del arte a partir del color lanzado al espacio con las irradiaciones de las fisicromías que le recordaban el cielo del Valle de Caracas al atardecer; la creación de un sistema capaz de modular la luz y hacer que el espectador experimentara la aparición de colores en un ahora único. El diálogo nos hace presenciar la íntima relación entre la investigación afectiva de la teoría del color cómo pasó de la sustracción, a la adición y a la inducción cromática y la noción del arte público y comprometido con el ser humano.
El lector recobra el trasfondo utópico que anima este arte capaz de proveerle la experiencia participativa del color transformándose al ritmo de su cambian te percepción en medio de los tránsitos por el tejido urbano o en el aislamiento de un templo tecnológico como la Central Hidroeléctrica Raúl Leoni, Guri, Venezuela. Al final, comprendemos por qué Cruz-Diez puede imaginar que en otros siglos materiales aún no inventados permitirán rehacer su modo único de hacer aparecer un color que se activa y que flota en el espacio, “libre de toda atadura material”, en un estado de presente puro.