Eduardo Basualdo: La cabeza de Goliat
El Salón Mayor de la Usina del Arte guarda una imponente instalación del artista argentino Eduardo Basualdo, que podrá verse hasta el 22 de abril.
La cabeza de Goliat. El gigante decapitado por el rey David tras derribarlo con una piedra, según el relato bíblico. Tema abordado en la historia del arte por grandes artistas como Caravaggio, Rubens, Tiziano. Utilizado también por el escritor argentino Ezequiel Martínez Estrada, quien tituló La cabeza de Goliat a un reconocido ensayo de 1940 para aludir al crecimiento desproporcionado de la ciudad de Buenos Aires en relación al resto de la Argentina. La imponente instalación del artista argentino Eduardo Basualdo (Buenos Aires, 1977) retoma el nombre de este ensayo y, de esta forma, vuelve a situar en el tiempo el relato del Antiguo Testamento en relación con el arte.
La cabeza de Goliat de Basualdo, en la Usina del Arte del barrio porteño de La Boca, nos enfrenta a un objeto de aluminio pintado de negro, de siete metros de altura, con una textura de apariencia rugosa y un peso cercano a los 400 kilos. Por un momento dudamos en colocarnos debajo al observar la delgada y corta cadena de la cual pende y la poca distancia que separa la obra del piso. Pero imposible no hacerlo llevados por la curiosidad y un enigmático sonido que no podemos precisar si es emitido por el objeto. La ilusión creada por el artista Nicolás Varchausky reproduce el sonido de caída libre infinita y funciona como un mantra perturbador e hipnótico. Entonces, comenzamos a preguntarnos: ¿cómo llegó ese objeto enorme allí? ¿es la cabeza del gigante fosilizada por el tiempo? ¿es la piedra arrojada por David que regresa inmensa para recordarnos la ley? ¿se trata de una ciudad cuya atmósfera se convirtió en una densa capa de esmog o costra contaminante?
El artista presentó una primera versión de este trabajo en el Palais de Tokyo, en 2014. Las obras de Basualdo –invitado a la Bienal de Venecia en 2015, entre otras destacadas participaciones a nivel internacional– ofrecen tantas pistas como una productiva incertidumbre al suscitar interrogantes vinculados con aspectos de la existencia del hombre. Como el helicóptero que no podía levantar vuelo –en la edición del año pasado de arteBA–, la laguna que se vaciaba y volvía a llenar o la instalación de decenas de relojes sobre el piso vinculada a la imposibilidad de medir el tiempo de un encierro o cautiverio. Su cabeza de Goliat también recuerda al cuadro de René Magritte, The Castle of the Pyrenees, de 1959, cuya imagen central representa una piedra, similar al objeto de la instalación, suspendida entre un cielo con nubes y el mar. En la parte superior de la piedra el artista belga imaginó un castillo. Una escena tan irreal como la escenografía en la que nos sumerge Basualdo. Pero si esta pintura nos remite, tal vez, a una utopía, el trabajo del artista argentino pareciera presagiar cierto drama ¿o tragedia? o el después de ellos. No lo sabemos y esa imposibilidad nos sitúa ante la opción de rendirnos o de ingresar en el desafiante entramado de la obra hasta ser parte de ella.