El Dorado: Nuevo espacio de arte. Bogotá, Colombia
El Dorado deseablemente permita como lo viene haciendo, la visibilización de procesos independientes, profundos y conectados con una vocación histórica.
Primero estuvo La Bachué, luego El Dorado. El coleccionista colombiano José Darío Gutiérrez ha ido construyendo progresiva y cuidadosamente, una serie de proyectos editoriales y artísticos que han ido definiéndolo como un activo promotor del arte colombiano. Con un interés en llenar los evidentes vacíos en la memoria histórica de un país afectado por un larguísimo conflicto armado, Gutiérrez inició con la editorial Bachué una serie de publicaciones que se han ocupado de revisitar la obra del escultor Rómulo Rozo –y su obra Bachué, que da nombre a la editorial- y el joven Fernando Botero entre otros. Pero su más reciente iniciativa, es la concepción y construcción de la sede de El Dorado, un espacio situado en el barrio La Macarena, núcleo artístico de la ciudad, y que opera como una galería de arte. Incluso desde antes de su construcción, El Dorado presentó en el lote de su sede, un terreno prácticamente baldío, proyectos de los artistas Wilson Díaz (2013) y Camilo Bojacá (2014). Posteriormente, y ya contando con una primera parte de su sede, se realizaron muestras de Eduard Moreno (2015) y Jorge Ortiz (2015). En febrero de este 2016 se abren las puertas del espacioso nuevo lugar, un edificio con cuatro salas de exposición, que empezó su programación con una exposición individual de Leonel Castañeda, “El cuerpo de adentro”, collages, una instalación y una larga colección de objetos, libros, publicaciones y restos animales –pieles, huesos- dedicados a exhibir en conjunto las relaciones entre lo tanático, lo clínico, lo quirúrgico, lo pornográfico y lo sexual.
Una muestra colectiva de apoyo, curada por la muy joven Valentina Gutiérrez, titulada “Silicios”, completaba de manera homogénea una propuesta curatorial con una clara orientación hacia lo corpóreo. Vista en perspectiva, la programación de El Dorado ha presentado un artista con larga trayectoria y poco presente en los últimos años como Jorge Ortiz, artistas activos y de fuerte actividad crítica como Wilson Díaz y Eduard Moreno, un artista casi inédito pero con un cuerpo extenso de trabajo como Leonel Castañeda, y un artista muy jóven como lo es Camilo Bojacá.
Hacia el futuro, se plantea que cada artista invitado presente proyectos ambiciosos y extensos como el de Castañeda, ocupando cada uno los tres pisos de la extensa sede de El Dorado. No sobra desear, que frente a la efervescente y llamativa escena bogotana, El Dorado deseablemente permita como lo viene haciendo, la visibilización de procesos independientes, profundos y conectados con una vocación histórica.