Elías Crespín

Hiperficies, Paris

Por María Carlota Pérez | julio 01, 2010

Después de años de investigación para traer a la vida las formas que diseña virtualmente, Elias Crespin (Caracas, 1965) juega no sólo con la percepción especial, sino también con la percepción del tiempo y la forma. En su primera exposición individual en Paris, ciudad donde vive desde 2008, Crespín presenta tres esculturas recientes y una serie de videos realizados a finales de los años setenta con su computadora Apple II.

Tetralineados Orange, 2010. Courtesy/Cortesía María Carlota Pérez

Desde sus primeras obras, Crespin se ha interezado en mover elementos en el espacio de manera computarizada. Su técnica llega a un nivel sin precedente dentro de su obra con “Hiperficies” (2010), la pieza más grande que ha hecho el artista hasta ahora y que otorga nombre a la exposición. 120 motores detrás de un plafond mueven 60 barras de metal que se mantienen suspendidas para crear distintas configuraciones en el espacio. Estos 60 elementos, controlados individualmente, se convierten en un solo cuerpo que se transforma en el aire, que estimula a la imaginación y expande nuestra concepción de forma y espacio. La cadencia del movimiento contínuo complementa la experiencia hipnotizante para el espectador, quien se mantiene pacificamente alerta a los cambios de la pieza. La luz juega un rol importante dentro de la obra de Crespin. Las sombras proyectadas crean su propia danza y se convierten en un recordatorio del elemento físico del espectáculo que ocurre frente a nuestros ojos. En “Tetralineados Orange” (2010) el color es una pieza central del evento. Cuadriláteros de aluminio y Plexiglas color naranja siguen la coreografía diseñada por el artista, en la cual el material, al superponerse y reflejar el rededor de la pieza, ofrece nuevas experiencias perceptivas.

Como un todo, la exhibición “Hiperficies” es una invitación para detenerse y observar. Es verdad que hoy en día cuando todo es instantáneo, pedir al espectador que se tome el tiempo para disfrutar de una pieza es una solicitud riesgosa. Sin embargo, el juego de Crespin en el que incluye orden y caos, luz y sombra, arte y tecnología, es una experiencia encantadora donde el espectador decide abandonarse y dejar que ocurra la magia.