Emilio Pérez
Lelong, New York
La tercera muestra de Emilio Pérez en Galerie Lelong, de Nueva York incluye pinturas recientes sobre paneles de madera junto a un tríptico realizado durante su residencia en el Lux Art Institute en California en 2011, no exhibido con antelación en la ciudad.
Esta coincidencia de piezas de dos periodos distintos revela una nueva dinámica compositiva. En sus últimos cuadros, empieza a ubicar las figuras centrales en un espacio referencial más amplio enfatizando la apariencia tridimensional que lo caracteriza.
Este efecto se logra gracias a nuevas referencias espaciales –el fondo ocupa ahora mayores áreas dentro del cuadro–, y a la técnica que usa y que ha sido una marca de identidad. Su obra es conocida por una forma muy específica de trabajo en la combinación de pintura y dibujo. Comienza por darle al panel de madera una capa de pintura que será el fondo y a partir de allí agrega capas de látex para crear una superficie que pinta y "dibuja" utilizando una cuchilla. Esto que llamamos dibujo es en realidad un proceso de corte e incisiones en el látex que resulta en relieves y en el efecto de tridimensionalidad final.
Las imágenes consiguientes son representaciones difíciles de identificar, que transitan la frontera entre lo abstracto y lo figurativo. Hay formas onduladas, enrevesadas, delineadas por las marcas de la cuchilla, como si tratara de poner orden al caos a través del dibujo o la demarcación de los espacios. Los colores se mantienen en una gama tonal afín, con pocas excepciones de fuertes contrastes.
Las formas evocan los trazos de las historietas o del arte pop por su acento gráfico. Hay en todas una fuerza dinámica, un movimiento que suele rememorar el de las olas del mar (tan cercanas a las experiencias de Pérez, quien también es un surfista) y que es resultado de un acercamiento intuitivo más que razonado.
Su manera de acercarse al proceso creativo es sustancialmente gestual, lo que lo emparenta con el expresionismo abstracto. Él confiesa que no tiene un plan definido antes de trabajar cada pieza. Sus experiencias personales, a las que añade recuerdos sensoriales y una relación especial con la tradición pictórica de los grandes maestros, confluyen a la hora de crear. De ahí la naturaleza intuitiva de sus propuestas.
Emilio Pérez nació en Nueva York y creció en Miami, y todas las referencias naturales (el océano, las lianas vegetales), la música y la cultura participan en la riqueza de experiencias que habitan sus obras con un sentido visceral. Otra de las influencias que reconoce es la de los diseños de las cubiertas de libros de ciencia ficción y de pulp fiction. De hecho, los títulos –incluyendo el de la muestra– parecen remitir a situaciones específicas, pero son elegidos de estas fuentes en una especie de juego con el espectador.
Esta reciente exhibición de Emilio Pérez, responde a las preocupaciones de cómo un artista con una madurez adelantada puede, a la vez, ser prolífico y diverso, y a la vez abre interrogantes sobre el camino que tomarán sus propuestas. De cualquier manera, porque en cada obra hay una entrega de la experiencia más profunda, los que la recibimos debemos estar listos para apreciar no solo su visualidad, sino también su ímpetu vital.