Enrique Minjares
Museo Carrillo Gil, Mexico City
Enrique Minjares está enojado y risueño. El artista de 36 años traza una delgada línea entre estos dos estados en sus dos exposiciones más recientes – resultado en gran medida de su respeto fiel por la construcción de obras de arte informales y un serio sentido del humor en lo que todos nosotros debemos ahora ver como un ambiente esporádicamente cruel para la producción de arte en las Américas.
El título de la muestra hoy en exhibición en el Museo de Arte Contemporáneo Carrillo Gil de la ciudad de México es Burst, Grin, Giggle, Bliss, un proyecto maduro que otorga ferocidad en la forma a través de un conjunto variado de dibujos que comunican el poder de la certidumbre animal, ya sea esto ataque o auto preservación.
La obra en exhibición presenta dibujos intrincadamente detallados de animales en peligro o creando situaciones de peligro en su ambiente circundante. La mayoría son dibujos garabateados en cuentas de teléfono y hojas de papel despedazadas previamente desparramadas sobre el piso del departamento de Minjares.
Sin embargo, Minjares ha optado por usar dos paredes de esta exhibición de una única sala para dibujar una semblanza de gaviotas. En la superficie, sofisticada y elegante, la imagen contradice la experiencia personal de crecer en Ensenada, justo al sur de Tijuana, donde nubes de estas aves perseguían barcos langostineros, evocando en Minjares imágenes de excrementos, ruido e invasión del espacio.
No es la primera vez que el artista utilizó el dibujo para realizar un mural, el más importante fue su muestra de 2009 en el Museo Experimental El Eco, Hago lo que se me da la gana, un relato personal de un encuentro particular entre el arquitecto del museo, Mathias Goeritz, y su mecenas Daniel Mont.
Ambos, en un desafío al contexto tradicional del muralismo mejicano, son efímeros, con el proyecto anterior borrado permanentemente y la nueva exhibición tan temporaria como la misma muestra, finalizando el 6 de abril.
Los otros dibujos, garabateados sobre trozos de papel y tela, ofrecen un extraño contraste entre representaciones emotivas y detalladas de lobos de mar, perros, tiburones y osos, mostrando y rechinando los dientes, imágenes tomadas de documentales de la vida silvestre y de sus interacciones personales con bestias, y los trozos de papel ajados y arrugados sobre los que están dibujados, un elemento crítico para Minjares, que busca aumentar la importancia del dibujo poniéndolo en contraste contra la tela sobre la cual ha sido creado.
Minjares establece una presencia en la ciudad de México en 1998, cuando Miguel Calderón lo invita a presentar obras en una muestra colectiva en La Panadería, la piedra de toque de la capital para el arte emergente en esa época. Desde entonces ha tenido numerosas muestras individuales, incluyendo exhibiciones en el instituto de arte CECUT, el pilar de Tijuana, y en Sur la Montagne, de Berlín, y también ha participado en varias muestras individuales, incluyendo Zócalo, en el Museo de la Ciudad de México en 2010.
Guillermo Santamarina, que ha sido curador en jefe en el Carrillo Gil por menos de un año, trajo a Minjares a bordo. Un veterano investigador de arte y voz activa en el escenario artístico de México, Santamarina es ampliamente reconocido como una fuerza vital en el arte mexicano, no solo por su inagotable riqueza en materia de historia del arte sino también por su habilidad para revivir y reinventar espacios como Ex Teresa Arte Actual y Museo Experimental El Eco, usando una y otra vez su poder como persona con información privilegiada sobre el establishment para traer al primer plano a artistas no establishment, como Minjares.