Erica Sogbe

Galería 700, Maracaibo

Por María Luz Cárdenas | abril 24, 2012

Me ha interesado en Erica Sogbe (Venezuela, 1979) la seriedad y el rigor de su trabajo, su capacidad analítica a la hora de plantear nuevas estrategias de lectura para la construcción de la relación entre la forma y lo informe; pero sobre todo, me gusta su claridad y consistencia a la hora de asumir los problemas plásticos de la tradición moderna bajo el horizonte contemporáneo.

Erica Sogbe

Erica retoma los modelos clásicos de la percepción para, dicho en sus palabras: “indagar minuciosamente las maneras de replantear el asunto de la nitidez perceptiva a través de la superposición de espacios compositivos”.
La idea es desvanecer los límites, volver difusos los linderos, aceptar la no-forma como un estado que desdibuja y oculta. Alcanzar un grado cero de la forma y del color. Parte de unas pinzas desarmadas, con las cuales va creando capas superpuestas. Aquí aparece la primera operación deconstructiva de su obra: un módulo que se despieza y, por acumulación, va generando una primera capa de sentido. A ese estrato se le añade la segunda intención deconstructiva: una sutil y delicada malla de tela que oculta los pequeños módulos y anula su nitidez. La forma se vuelve difusa y comienza a aparecer la no-forma. En algunas obras una malla cubre, parcialmente, la capa de módulos y se genera una interesante tensión entre la nitidez del objeto y la no-forma que es el desvanecimiento del límite. La tercera capa se compone también de tenues mallas tensadas desde los bordes y la superficie del cuadro. Acá se produce otro sugestivo efecto de tensiones, pues al estirar las mallas y recubrir sus bordes, aparece una forma triangular más nítida que juega por oposición con el desdibujamiento anterior.
Otra particularidad de este trabajo es el funcionamiento de la pinza-módulo como fragmento. Cada pinza fragmentaria vive en la obra como individuo, pero también como totalidad respondiendo, en tanto material creativo, a una exigencia formal y de contenido. Formal porque expresa el ritmo, el intervalo que irrumpe y transgrede la búsqueda de la totalidad acabada. Y de contenido, porque conecta y a la vez permite interrupciones y disrupciones como mecanismos de acción artística. Pero esta alteración del orden no implica una pérdida del talante estructural de la obra. Ella diseña una estrategia para releer las relaciones clásicas entre la nitidez y la imprecisión, a partir de las relaciones entre opuestos. Estas piezas funcionan como pequeños universos que nos invitan a develar nuevas maneras de aprehender el comportamiento de la forma, la composición y las estructuras bajo un contraste permanente de los contrarios.