Fernando Carbajal

Arroniz, Mexico City

Por Santiago Espinosa de los Monteros | enero 30, 2014

Fernando Carabajal es uno de esos productores culturales cuya vida se debate en diferentes plataformas expresivas con igual soltura.

Fernando Carbajal

Creador visual y poeta, su obra nos otorga un trabajo lleno de guiños y referencias cruzadas que funciona como la punta del iceberg de un gran universo expresivo.

Carabajal ha escogido el camino de la mesura escapando de la grandilocuencia como gancho momentáneo. Los silencios en su trabajo anclan al espectador ante piezas que no se revelan en una primera lectura, sino que exigen miradas reiteradas, aproximaciones recurrentes.

Su doble trabajo como poeta y creador visual, crea una red de relaciones entre lo visto y aquello que lo genera. Quizá uno de los importantes aciertos en su trabajo es que ninguna de las piezas está atada a una sola de las disciplinas expresivas, en tanto que son perfectamente autónomas y cada una con su propio corpus expresivo.

Aunque la diversidad de medios y lenguajes expresivos escogidos por Carabajal nos provoca la sensación de que se trata de obras de muy diferentes épocas y pertenecientes a series distintas, la mirada detenida revela un hilo conductor.

Cada objeto de arte, sin importar el medio y el soporte que le contiene, abre una ventana a las intenciones formales del artista, quien ha escogido plantarse en la posición también de espectador. Las envolturas de los dulces “Fisherman’s Friend” en sus diversas presentaciones han servido a Carabajal para armar una singular flota de barcos (emblema de la marca). Su inestable presencia sobre las aguas en las que los vemos flotar, da paso, mediante la técnica grafico-lingüística de los cómics, a diálogos irónicos que suplantan a los marinos ausentes.

Así leemos: “¿La problemática está en los caramelos o en el dibujo? No. Está en todos los días”, o “El barco era ecológicamente responsable, aunque hubo que incinerar el mar.”

Un barco, casi intacto, flota sobre trazos plateados. “ El discurso se cae, pero las palabras lo mantienen a flote.” Uno de los textos más poéticos es “ Por encima del mar ocurre el tiempo. Por debajo del mar ocurre el ante-tiempo. El horizonte –de palabras y actos- contiene nuestra historia.” Nada puede abatir la contundencia de “ Ontológicamente el naufragio es un error humano, aunque la historia ha hecho de la salvación su fe de erratas”.

Cada una de estas pequeñas envolturas de caramelos se ha convertido ahora, tras discretas y simples intervenciones colorísticas y textuales, en una suerte de noticia diferida que llega hasta nosotros como si alguien, desde el barco multi-reproducido en estos frágiles papeles, hubiese lanzado al mar una botella con cada uno de estos mensajes.

En otra pieza Carabajal seleccionó un paraje nevado sobre el que pasan inadvertidos grupos de personas que participaban en una carrera. Sus cuerpos entran y salen de la pantalla. Cada corredor ensimismado pasa frente a la cámara hasta convertirse en multitud gracias a la edición en loop que construye una infinita procesión de corredores anónimos desplazándose silenciosamente sobre la nieve.

El andar de este autor de un tema a otro es como el de un equilibrista que pone en peligro su vida en el transcurso de un punto a otro a gran altura. Escribiendo con un lápiz bicolor, decide qué parte narra el rojo y cuál el azul. Se forma así un ir y venir de frases y diálogos que van armando un texto que va contando a su vez la manera en la que se desarrolla a sí mismo, como si no hubiese autor detrás del lápiz bicéfalo. Así su obra, duplicada en su discurso construye un edificio de espejos.