Fragmentaciones y otras parábolas. Alejandra von Hartz Gallery, Miami

Por Anelys Alvarez | noviembre 21, 2016

La exhibición comisariada por el colectivo curatorial Aluna tomó como punto de partida el fenómeno de la fragmentación como una de las constantes de la sociedad contemporánea.

Fragmentaciones y otras parábolas. Alejandra von Hartz Gallery, Miami

Tomando como punto de partida el fenómeno de la fragmentación como una de las constantes de la sociedad contemporánea, la exhibición comisariada por el colectivo curatorial Aluna (Adriana Herrera y Willy Castellanos), reunió nueve artistas que de maneras diversas se aproximan al tema ya sea desde cuestionamientos hacia el interior de la práctica y el objeto artísticos, o desde la exploración en la memoria y otros mecanismos de indagación en la experiencia individual y/o colectiva.

Soluciones diversas coincidieron en una sala donde el fragmento como material creativo adquirió distintos rostros en la definición del gusto y el comportamiento estético actuales. La obra de Sam Winston y Mabel Poblet pudieran representar puntos extremos: mientras para Winston el fragmento deriva de un acto divisorio de rompimiento literal, las fotografías de Poblet construyen una narrativa de existiencia personal a partir de la convergencia de detalles. Si la destrucción del objeto artístico da lugar al nacimiento de un nuevo objeto donde la cuestión del arte, sus posibilidades y límites es una vez más cuestionada; la exploración en la memoria es una ventana a la acción del sujeto y a sus conexiones afectivas con el tiempo y el espacio en el que habita, ya sea en el ámbito físico o en el laberíntico y superpoblado universo de los recuerdos.

Las obras de Florencio Gelabert y Viviana Zargón se sitúan en esa relación de contraste; así también la propuesta de Alfredo Álvarez Plágaro y Miguel Acosta. Aunque obviamente siempre pueden encontrarse vasos comunicantes entre posturas aparentemente divergentes como sucede con la obra de Gelabert. Uno de los pocos artistas cubanos de su generación cuya carrera ha estado dedicada a la exploración del medio escultórico y sus potencialidades, Gelabert trabaja el fragmento con delicadeza minimalista. En absoluta coherencia con el resto de su producción, la ruina, la belleza fractal del material quebrado son tanto revisiones de la funcionalidad y definición de la escultura en sí, como arqueología de su historia individual, familiar.

En concierto “neobarroco” – para decirlo en palabras de el semiólogo italiano Omar Calabrese – las obras reunidas en Fragmentación y otras parábolas cuestionan desde el arte la unidad insatisfactoria de la modernidad y su cuestionable linealidad. La polidimensionalidad y el valor de la réplica se confrontan a lo homogéneo, aunque curiosamente el fragmento, convertido en motivo, traicione muchas veces su valor de elemento aislado para funcionar como símbolo del todo, de una integridad perdida y deseada que es quizás la mayor de las parábolas que surcan la historia del hombre.