Graciela Sacco

Diana Lowenstein, Miami

Por José Antonio Navarrete | junio 22, 2011

Una nueva exhibición individual de Graciela Sacco se presenta en los espacios de la galería Diana Lowenstein Fine Arts. Bajo el título de M2:TA (Metro cuadrado: Tensión Admisible), en ella se reúnen obras que dan continuidad y abren otras perspectivas a la investigación iniciada por la artista en 2007, cuyos primeros resultados fueron parcialmente expuestos al año siguiente en esta misma galería bajo el título de Historias del m2: Espacio Mínimo Vital.

En su carácter de proyecto de reflexión y exploración artística, M2 partió de una idea de formulación simple: el metro cuadrado es el espacio mínimo vital que requiere el ser humano para vivir sin sentirse agredido o invadido en su inmediata intimidad. A partir de esta brevísima enunciación, se abre un campo de indagación de múltiples y elaboradas cuestiones en el que Graciela Sacco se ha introducido con sus refi- nados recursos y herramientas artísticos, así como con su capacidad imaginativa.

M2:TA vuelve sobre algunas motivaciones y elementos icónicos que ya Graciela manejaba cuando, hacia mediados de la década pasada, su obra viajara desde su natal Rosario hasta la escena artística internacional, en un periplo que la ha llevado de Venecia a Shanghai, de Roma a Jerusalén, de Sao Paulo a El Cairo: el tránsito humano, en particular a causa de las migraciones, y los gestos de movilidad que lo inscriben en la representación visual. En M2:TA, el metro cuadrado, enfocado desde las posibilidades del arte como una práctica de reflexión crítica y manejo de signos, es asimismo una medida que la artista utiliza como un indicador de los límites físicos y simbólicos del pensamiento, los sentimientos y acciones del hombre contemporáneo.

Se destaca en la exposición la riqueza de conexiones que se establecen entre las obras, las cuales con frecuencia aluden a otras correspondencias con momentos anteriores del desarrollo de la trayectoria de la artista. Cualquier salida puede ser un encierro, de 2010, es una fotografía a color del mar impresa sobre maderas verticales cortadas que, dispuestas en continuidad con intervalos pequeños entre una y otra, podrían invocar una reja; Muro, de 2011, es una videoinstalación en la cual, en el espacio dejado por una puerta entreabierta, vemos una imagen en movimiento que, bordeando un muro curvo que jamás termina, avanza en un recorrido ad infinitum: ambas, metáforas complejas sobre los límites del desplazamiento.