Hugo Aveta: Sintomas, la imagen sin nombre. El Gran Vidrio. Argentina
Hugo Aveta convive con su obra en ese universo infinito de los entretiempos que escapan y sobreviven la finitud.
Intitulados, fuera de títulos, la mejor forma de reformar nuestra memoria. Para todos lados y a su vez un centro. La imagen que sobrepasa, nos atraviesa desde su particularidad de dar sentido al recuerdo, a la memoria. La no palabra, ese silencio que no es tal porque tiene la fisonomía de la lengua muda que se experimenta frente a una obra, al sentir, al nombrar de una voz que a su vez es silencio. HA es ese constructor y ese hacedor desde lo lejano que rompe el tiempo. Los fantasmas hacen presencia sin ser presente y el tiempo lineal no es su búsqueda. Sus ojos están más allá y eso hace de su hacer una arqueología que juega en forma permanente con lo anodino y el lugar real. HA convive con su obra en ese universo infinito de los entretiempos que escapan y sobreviven la finitud. No se puede nombrar un tiempo. HA persigue eso.
Vemos cosas interesantes. Su imagen roza lo estético, nos atrapa. Hay una calma y una tensión. Un pasar con la mirada ligera nos deja el desconcierto e ir un poco más allá nos pone en alerta. ¿Qué esconden estas imágenes? De eso no se trata. El relato no pasa por lo invisible sino por lo no visible, por las rupturas, los choques del tiempo y de los tiempos. HA produce un alejamiento, deja siempre un indicio, para que debamos pensar dos veces, para que dudemos de la veracidad del “documento”. En la maqueta, perfecta, siempre algún trazo pictórico se descubre no tan realista. Vemos el gesto, el temblor y la dificultad de proceder con exactitud dentro de un reducto pequeño. Esa es la extrañeza que sentimos al deambular por sus espacios, sumergidos en la oscuridad o bañados por una luz violenta. Las puertas son todo un cosmos de lo entreabierto. Las puertas nos despiertan dos direcciones simbólicas, sin embargo en esta instalación HA les da otro sentido, las convierte en muros de un recorrido hacia el encuentro con el «ser» de un espacio. Paredes internas, sobreviven, construyen, sin hablar, cuentan, erigen un catastro interno, un cuasi topoanálsis social. «El ser que tiene una forma domina los milenios. Toda forma guarda una vida. El fósil no es ya simplemente un ser que ha vivido, es un ser que vive todavía, dormido en su forma» (G. Bachelard)
La puerta que abre y cierra, encierra en esa acción un dar a ver y ocultar , el archivo como imagen, acto y símbolo… el recorrido, el traslado, un síntoma para rever lo que se ha conservado y guardado por tan bueno o por tan malo.
Las coordenadas de tiempo y espacio están mezcladas. Hay un organismo de materias, formas e imágenes en movimientos que lo atraviesan por todos lados, que vienen de un más allá y de un más acá, que trascienden sus estados inertes.
HA descubre fantasmas, los rescata, desplaza las cosas, los objetos donde ellos sobreviven y a su vez propone al espectador trasladarse, recorrer un camino, moverse hacia el terreno, abandonar de alguna manera el yo terrenal para ir al encuentro de un espacio como un pueblo de fantasmas. Allí el archivo, donde todos los tiempos se juntan, donde todo paradójicamente pareciera estar muerto, es justamente donde vive lo que ha sobrevivido y frente a él la mirada le restituye un tiempo.
Existen gestos en la sociedad, en la cultura, malestares que hablan de un cuerpo social que da señales, algunas otras veces las oculta. El síntoma aparece, da a ver y comunica esa falla . La imagen en ese dar a ver es el síntoma. El artista es allí su constructor, nos acerca (en los malos estados) a preguntarnos qué paso y qué pasa. El tiempo abre o cierra puertas según desde donde ubiquemos nuestros ojos. La visión, la mirada como guía sensible frente a una obra, recompone y descompone tiempos y espacios, da sentido al sentir.
«No actuará la supervivencia como síntoma en los movimientos de la vida como esa contra-efectuación que no es ni lo totalmente vivo, ni lo totalmente muerto, sino el otro género de la vida de las cosas que han pasado y siguen frecuentándonos» (G. Didi-Huberman)
A cada uno le queda un nombrar. HA como artista, como arquitecto de pasados nos enfrenta casi a un termómetro que mide nuestra temperatura, nuestra fiebre.
En sus imágenes, sus obras, sus archivos nada quiere nombrar, propone a cada uno que con la mirada, las nombre.