Inauguration of the Centre Pompidou

Metz - Paris

Por Patricia Avena Navarro | octubre 01, 2010

Treinta y tres años después del nacimiento del Centre Pompidou, Musée national d’art moderne, en Paría, nace el Centre Pompidou Metz. Primera descentralización de una gran institución cultural nacional en Francia, desarrollará su propia programación inspirándose en el espíritu y los valores del Centre Pompidou París. El museo tendrá seis exposiciones al año y no contará con una exposición permanente. Dos tercios de los 5000 metros cuadrados serán alimentados por más de 400 obras de la colección del Pompidou, el resto funcionará a través de préstamos.

Building site of the Pompidou-Metz, December 2009 © Shigeru Ban Architects Europe and Jean de Gastines Architects / Metz Métropole / Centre Pompidou-Metz. Photo Olivier H. Dancy Obra en construcción del Pompidou-Metz, diciembre de 2009 © Shigeru Ban Arquitectos Europa y Jean de Gastines Arquitectos / Metz Métropole / Centre Pompidou-Metz. Foto Olivier H. Dancy

Chefs-d ́ouvre? (¿Obras maestras?), reflexión singular sobre el concepto de las obras maestras, estrena el asombroso edificio creado por los arquitectos Shigeru Ban y Jean de Gastines. “Hemos querido mostrar que el concepto de obra maestra es una noción relativa”, destacó su director, Laurent Le Bon, quien dijo haber querido ahondar en y cuestionar el “misterio de la creación” de estas grandes obras. Para esta muestra inaugural, el Centre Pompidou-Metz cuenta con 780 piezas –700 de ellas pro- cedentes del Pompidou París y libros y revistas del Fondo Kandinsky, que forman una biblioteca de 55 metros de largo ubi- cada en la galería 3. Aprovecha así al máximo las oportunidades que le brinda la espectacular construcción, cuyo tejado ondula- do de madera sostiene una membrana textil translúcida que aúna belleza y eficacia. Picasso, Modigliani, Chagall, Giacometti, Pollock... todos los maestros del arte moderno y contemporáneo. Escultura, pintura, fotografía, dibujo, diseño, ninguna disciplina estuvo olvidada en esta ambiciosa manifestación artística donde el visitante no va a ver una exposición, sino una sucesión de exposiciones que exploran las obras maestras.

En la gran nave, en la planta baja, Chefs-d’oeuvre dans l’his- toire (Obras maestras a lo largo de la historia) propone un recorrido cronológico donde un sorprendente y enorme espejo colocado en el techo refleja las 17 salas en las que se retrata la evolución del concepto de obra maestra término aparecido en el siglo XIII en Francia, donde los artistas debían realizar una obra maestra para convertirse ellos mismos en maestros , a lo largo de los siglos, con el objetivo de hacer reflexionar al público sobre su naturaleza. La tristesse du roi, 1952, enorme colla- ge de Matisse, que abre la exposición, los tres Bleu de Miró, restaurados y reunidos especialmente para el Metz, Prométhée enchaîné, 1762, magistral pieza de mármol de Nicolas Sébastien Adam, o la robe de chambre de Balzac realizada en yeso por Rodin y presentada aquí como el primer “ready-made” de la historia, son algunas de las suntuosas e inesperadas obras con las que se encuentra el visitante.

Histoires de chefs- d’oeuvre (Historias de obras maestras), en la primera galería, alterna creaciones en distintos soportes y redescubre movi-mientos poco conoci- dos del siglo XX, así como corrientes como el fauvismo o el cubismo. Historias de

un artista, de un proceso de creación, esculturas y pinturas, fragmentos de películas de Alfred Hitchcock o Quentin Tarantino, obras de Ben a Carl André, de Julio González a Bruce Nauman, se entrelazan en este espacio de salas íntimas que ofrecen vastas perspectivas y sorprenden-tes rebotes visuales. Dos obras se distinguen y estallan en el conjunto: La Plage, de Martial Raysse, 1962, una verdadera instalación totalmente impregnada de los años pop y del nuevo realismo y Precious Liquids, de Louise Bourgeois, 1992, obra sorprendente, íntima y de una inquietante extrañeza.

La exposición continúa en la segunda galería con Rêves de chefs-d’oeuvre (Sueños de obras maestras), que presenta un doble recorrido: primeramente se descubre una exhibición de obras emblemáticas del arte del siglo XX presentadas cronoló- gicamente, de artistas tan reconocidos como Giacometti, Yves Klein, Pablo Picasso, Vassily Kandisnky o Fernand Léger. Le sigue un espacio en el que se rinde homenaje a los lugares de exposición de arte moderno y contemporáneo construidos en Francia desde 1937, con una treintena de maquetas de realizaciones arquitectónicas, como el museo de Quai Branly, París, de Jean Nouvel; La Pyramide du Louvre, de Ming Pei, la Fundación Louis Vuitton, cuya estructura diseñó Frank Gehry, etc. Una selección de “lo mejor del Pompidou de París”, subrayó Le Bon. En la última parte de la exposición, en la tercera galería, Chefs- d’oeuvre à l’infini (Obras maestras ad infinitum) indaga en la persistencia de la noción de chef-d’oeuvre a través del siglo XX. Confrontados a nuevos medios, como el film y la imagen numérica, los artistas abordan la obra maestra de una manera diferente. Algunos de ellos integran la noción de copia y de reproducción en sus procesos artísticos e incitan a reconsiderar el fundamento de una obra maestra: la unicidad. ¿Cuál es el porvenir de una obra maestra? Sin pretender dar una respuesta única, esta última sección nos invita a interrogarnos sobre el valor que otorgamos a las obras de nuestro tiempo. El arte, la arquitectura y el urbanismo se entremezclan y mediante un efecto óptico colocan al espectador en el interior de un enorme mirador desde el que ve cómo la catedral de Metz se va empequeñeciendo a medida que avanza hacia ella, alegoría de un chef-d’oeuvre inasequible, cuya definición se nos escapa y resiste a las interpretaciones más contradictorias.