Jorge Macchi
Ruth Benzacar. Buenos Aires
Las obras de “Crónicas eventuales” confirman que el arte de Jorge Macchi (Buenos Aires, 1963) reside en la posibilidad de la poesía, fraguada en su notoria sensibilidad y en distintas visiones de lo cotidiano. La muestra ocupa los dos espacios de la galería Ruth Benzacar y ofrece gestos complejos, revela señas mínimas. Ilusión y realidad en los distintos soportes y registros con los que trabaja el artista, que no esconde los trucos con los que logra sorprender una y otra vez.
Así, el observador quizá vea una fragata inclinada hacia un costado (¿por el viento, por una ola?) en un mar azul inmóvil, en vez de una fotografía de una caja de fósforos cortada en un extremo sobre un plano azul. Es la magia del artista la que propicia que el espectador sienta una ligera pérdida de equilibrio ante un ropero que parece derretirse y no perciba solamente que se trata de un antiguo mueble (cercenado a la mitad) con espejo que se refleja en otro ovalado ubicado en el piso. El visitante acaso se detenga ante un video que cuenta una historia que deviene música, con un texto grabado en el papel agujereado de una cajita de música que, al ser decodificado, compone una partitura resultante en sonidos incidentales que se escuchan por audífonos.
Los objetos e imágenes exhibidos se constituyen en un desafío perceptivo, modifican la visión de lo habitual y poseen una gran carga emocional. Todo lo que necesita Macchi para discurrir sobre la angustia y la fugacidad, por ejemplo, es una proyección sobre pared con un reloj cuyas agujas no pueden avanzar al chocar ilusoriamente con el techo de la galería. La estructura de madera de importantes dimensiones el “encofrado” de la instalación “Umbría” (ladera de la montaña a donde no llega el sol) tanto como las delicadas acuarelas confirman los contrastes y el refinamiento de los procesos simultáneos del artista.