José Antonio Dávila
PDVSA La Estancia, Caracas
En el año de 1967, José Antonio Dávila (Nueva York, 1935) viaja a varias ciudades de Estados Unidos invitado por el Departamento de Estado de ese país. A su regreso concibe un planteamiento figurativo sobre el hombre contemporáneo, a través de cabinas y salas de máquinas donde el hombre es atrapado en angustias y alienación. Posteriormente formaría un grupo que se concreta en 1970, denominado Presencia 70. Lo realizaron para promover el trabajo individual y contaba con había libertad de planteamientos. Estaba conformado por Oswaldo Vigas, Régulo Pérez, José Antonio Dávila, J.M. Cruxent, Humberto Jaimes Sánchez y Ángel Hurtado. Tuvo una duración efímera, apenas dos años, pero en ese tiempo auspiciaron dos salones en el Museo de Bellas Artes de Caracas, Ateneo de Caracas y Casa de la Cultura de Maracay. Estos artistas ya tenían presencia en la plástica venezolana.
La obra de Dávila se correspondía con una “nueva figuración” que tenía sus precedentes en el pop art y el expresionismo abstracto, pero también deseaba exaltar, en una nueva propuesta, la presencia del hombre trabajador dentro del ámbito social.
Dávila fue uno de los integrantes más destacados de ese grupo. Por esa razón obtiene, en esa década, todos los premios en los Salones locales y se convierte en figura predominante de la plástica venezolana. En esa etapa su obra se caracteriza por los grandes planos cromáticos, donde adquiere un lenguaje propio y se destaca por un extraordinario manejo de la policromía, con la utilización de composiciones y grandes superficies coloreadas. Se conoce esta época como la de “las cabinas” o “construcciones modulares”. Resaltaba la soledad del hombre urbano y la impersonalidad de las relaciones con las que interactúa en la sociedad.
El artista haría sus únicas experiencias tridimensionales, en su trayectoria, con algunas piezas de enormes formatos, donde las intervendría, colocando piezas de factura industrial. Los grandes planos de color aplastarían a un individuo desbastado por la máquina.
Será este trabajo uno de los más importantes de Dávila, pero también el menos estudiado y analizado, hasta ahora. Ese fue el tema escogido por la curadora Elida Salazar, en una iniciativa que celebramos por considerar un momento estelar en el estudio de la obra del artista.