José Carlos Martinat
Las barreras de la arena social sobre Abstracción de poder 1 y Abstracción de poder 2 de José Carlos Martinat
Por destrucción entiendo todos aquellos procesos que muestran lo que llamamos pérdidas. Traumas que explican en la mayoría de los casos un desarraigo completo de lo memorial, pero que inevitablemente dejan en el camino una serie de destellos recordatorios; hitos semi invisibles que evidencian la idealización de un camino recorrido.
Así inicié el texto que acompañó la muestra que curé en la Séptima Bienal del Mercosur, 2009. En esa oportunidad el centro de la exposición se articulaba desde la noción de transformación, tanto desde el punto de vista visual de las obras, como de sus sistemas de producción y todas las extensiones posibles que hicieran de una u otra forma visible el contexto socio-cultural del estado de Río Grande do Sul. De este modo, las obras allí presentes fueron cambiadas, modificadas, intervenidas o destruidas durante el período que duró la exhibición. En ese marco tan pregnante y evidentemente dogmático (lo digo con cierta vergüenza) el proyecto de José Carlos Martinat se convirtió en un punto de atracción que permitía muchas conexiones con el resto de las obras presentadas.
Monumentos vandalizables: Abstracción de poder 1, Abstracción de poder 2 (2009) consistía en dos grupos escultóricos (monumentales) que reunían modelos de edificios emblemáticos, representativos del poder político y económico brasilero. Modernidad y desarrollo son los vectores que dibujan las primeras referencias de este proyecto.
Sin embargo, cada uno de estos modelos ha sido despojado de su apariencia física original; se ha borrado todo rastro ornamental, transformando todas las superficies en espacios neutralizados por el blanco museal, por una arquitectura distante de cualquier tipo de delito -diría Adolf Loos- contra la imagen.
El grupo escultórico en blanco permaneció en ese estado por una cuantas horas. Una vez inaugurada la bienal la obra fue diariamente intervenida por diferentes grupos de personas, representantes de movimientos sindicales, campesinos, estudiantes y por el público en general que asistió a la exhibición. “Invitados” quiso llamarlos Martinat. De esa forma, el Centro Acadêmico Tasso Corrêa (Instituto de Artes, Universidad Federal de Rio Grande do Sul), el Sindicato de los Profesores Estaduales, Movimento dos Trabalhadores Sem Terra, el grupo Muralla Negra, el Núcleo de Pintura Mural (NPM), el Directorio Central de los Estudiantes (DCE-UFRGS); el MNLM, el grupo de Estudiantes Negros, los Cooperartes, la Federación Anarquista Gaúcha (FAG) y la Confederação Operária Brasileira (COB) formaron un amplio conjunto de comunidades que ocuparon la plataforma que ofrece el artista para ampliar y trasladar sus reivindicaciones al espacio de la Bienal.
Evidentemente que la “puesta en poder” de grupos no artísticos en un espacio institucional, aún cuando el carácter de la muestra en general se estaba dando como un importante salto en la experimentalidad, fue muy discutido debido a que en primer lugar el grupo escultórico perdió toda validez formal. Ya no existía una referencia al espíritu moderno que inspiró los edificios allí reunidos. Todo eso fue por segunda vez borrado y sepultado por el esmalte sintético en spray, por los marcadores permanentes, los panfletos pegados y por las masas que arrasaron con todo a su paso. Del mismo modo, lo que a continuación ocurrió fue una nueva borradura. Una sobre saturación de intervenciones; una extra vandalización que permitió paulatinamente ir creando un nuevo espacio de homogeneidad cromática susceptible de ser intervenido una vez más.
Es por este procedimiento, dado únicamente por el espacio de interacción que dejó Martinat a sus “colaboradores” que la obra puede ser leída como reversible. Es decir, un terreno altamente dúctil que tiene la capacidad de redefinirse una vez que se satura. Son entonces estos giros, estos cambios de apariencia los que permitirían pensar en una “obra paranoica”, un proyecto con delirios autorreferentes, porque con claridad la circularidad de la obra propone un territorio finalmente clausurado por sus actores y sus acciones y así sucesivamente.
Este nivel en que la obra sobrepasa el placer populista que puede saborear cualquier obra que se jacte de ser relacional, genera una tensión muy significativa con la política en forma inmediata, pues como diría Boris Groys “el problema no es la incapacidad del arte de ser verdaderamente político. El problema es que hoy la esfera política ya ha sido estetizada”. El discurso político es un subproducto de la institución de la imagen y por lo tanto, el rol que le corresponde al arte cuando pretende ser político es reconocer en primer término que el monopolio sobre la imagen ya no le pertenece. Obras como esta, están dentro y fuera del arte y dentro y fuera de la política al mismo tiempo. En esta pulsación, el antiguo rol del artista está desfigurado por la pérdida de su poder como productor exclusivo de imágenes, pienso especialmente en cada grupo de colaboradores que Martinat ha conseguido para completar su obra. Las imágenes aquí ni siquiera pueden ser consideradas como un objeto encontrado. Lo visual de Abstracción de poder 1 y Abstracción de poder 2 corresponde al ímpetu y a la energía de la imagen de la política contemporánea, al valor de la “vandalización personal” como trofeo de guerra y marca de posesión. Entonces, es la superficie de ese grupo escultórico la que no es propiedad de Martinat y por lo mismo, su responsabilidad en esta obra le corresponde solo en parte. Mejor dicho, le corresponde sobre el inicial bloque blanco minutos antes de ser intervenido.
Justo aquí, en este momento en que la obra deja de ser un objeto artístico autónomo, justo cuando el primer reclamo social es pintado con anaranjado fosforescente sobre el modelo de madera aglomerada blanca, la destrucción del arte se hace presente y la estética política se despliega completamente.
Hoy, luego de revisar el proyecto realizado en el MALI en 2010 pienso que esta capacidad que tiene la obra para “recibir golpes” se ha dado con total fluidez debido a que soporta y aguanta los traumas, inconvenientes y las tragedias personales y colectivas del contexto inmediato que la acoge. Su naturaleza es absorber todo aquello que “está en el aire”, recibir sin ninguna delicadeza editorial todo lo que sus superficies pueden soportar.
Abstracción de poder 3, junto con Abstracción de poder 1 y 2 son una gran barrera para las tormentas de la arena social que inexorablemente cubren al arte.
José Carlos Martinat (1974)
Vive y trabaja en México.
Inició su trabajo artístico como fotógrafo para luego volcar sus intereses al ámbito de la instalación, desplazándose entre objetos escultóricos que incorporan dispositivos digitales de captura y procesamiento de información, pasando por experiencias de trabajo colectivo y otras con un marcado carácter apropiacionista.
Sus obras han circulado permanentemente por Latinoamérica, Estados Unidos y Europa mostrando una visión crítica de la vida política y en especial de la sociedad contemporánea en Perú.
Sus proyectos recientes como los del MOCA en Miami (2011) donde ha despojado de todas las capas de estuco y pintura los muros del mismo museo, desmontan simbólica y literalmente el carácter institucional del arte.
Así mismo, para la reapertura del MALI en Lima (2010) y para la 7ª Bienal del Mercosur (2009), ha ocupado principalmente el graffiti y otras expresiones populares para trabajar con la especificidad del contexto.
Actualmente es representado por Galería Leme en San Pablo y Revolver en Lima.