Juan Manuel Echavarría

Negando el silencio

Por Julia P. Herzberg | marzo 14, 2011

Juan Manuel Echavarría había desarrollado su actividad de escritor profesional durante muchos años cuando decidió dejar de lado sus empeños literarios y, gradualmente, volvió su atención creativa e intelectual al arte. Este punto de inflexión se produjo − por increíble que parezca − cuando Echavarría encontró una serie de maniquíes dañados en la acera, frente a unas tiendas de ropa en un barrio pobre de Bogotá.

3. Requiem NN, 2009. Lenticular mural, 2.58 x 8.30 mt. approx./ Mural lenticular, aprox. 2,58 x 8,30 m. Artists and War II, North Dakota Museum of Art, Grand Forks, North Dakota. Photographer/Fotógrafo Chuck Kimmerle.

Su apariencia maltrecha no parecía perturbar a nadie mientras ocupaban un lugar central en medio de la vida comercial de todos los días. A plena vista, un maniquí femenino mostraba su cuello envuelto en cinta adhesiva para mantener la cabeza y el cuerpo unidos. [ILUSTRACIÓN1] Otro maniquí tenía grandes rajaduras en la cabeza y líneas semejantes a cicatrices le atravesaban la frente y corrían a lo largo de su nariz y mejillas. Una cabeza masculina mostraba un gran agujero, y su rostro se veía aún más estropeado a causa de importantes áreas de pintura desconchada. El cráneo de otro maniquí femenino, sujetado con cinta adhesiva, obstruía la belleza de su hermoso y delicado rostro. El estado destartalado de estas figuras afectó enormemente a Echavarría, quien, incapaz de olvidar su antiestética apariencia, asoció sus cuerpos mutilados con las víctimas de la guerra civil que libraban en ese momento narcotraficantes, paramilitares de derecha y guerrilleros de izquierda. El encuentro fortuito despertó la conciencia social del artista, lo que derivó en su primera serie de fotografías titulada Retratos (1996).1 Esa serie cambió la orientación de su práctica y lo sacó del estudio para llevarlo a las calles y a zonas rurales donde se libraba la guerra.

Al cambiar la pluma por la cámara, Echavarría recurrió a la metáfora y la metonimia para transmitir el dolor y la pena, así como la fe que expresaban los colombianos frente a una devastación y una brutalidad sistemáticas. El video Bocas de ceniza, de 2003-2004, muestra a siete personas cantando a capela canciones que reflejan sus terribles experiencias personales. Uno de los cantantes, Dorismel Hernández, se topó con Echavarría cuando éste se encontraba con un grupo de amigos en un restaurante en Baru, una ciudad en la isla colombiana del mismo nombre. [ILUSTRACIÓN 2] Dorismel se acercó al grupo y preguntó si podía cantar para ellos.2 Los siguientes versos arrojan luz sobre los sentimientos del cantante: “Cuando yo estaba esposado, estaba atado,/te pedí por mi hermano y por mí.../y en ese momento me estabas escuchando,/y eso es lo que me tiene tan feliz./Aaaay...cuando estaban masacrando, que estaban matando.../sentía ganas, ganas de llorar,/sólo te pedí a ti, mi Dios del cielo,/que nos salvaras y no nos pasara nada.”3

Echavarría se conmovió tanto que le pidió a Dorismel autorización para grabarlo. Anticipando que muchos otros podrían haber transformado sus penurias en música, el artista se embarcó en un viaje que tuvo un significativo impacto personal así como estético. Asistió a simposios y festivales afro-colombianos en la región de Choco, donde conoció a muchos cantantes que habían compuesto canciones en las que relataban sus historias personales.4 Bocas de ceniza se presentó en la Universidad de Los Andes en Bogotá, con la asistencia de la mayoría de los siete cantantes. La videocámara enmarcó el rostro de cada cantante, registrando de cerca sus expresiones y aportando una sensación de intimidad a medida que transmitían sus emociones profundamente sentidas. La audiencia se conmovió con las dramáticas narraciones

5 Un acto extraordinario de fe y solidaridad tuvo lugar en Puerto Berrío, una ciudad pequeña al norte de Medellín, a orillas del río Magdalena. En el cementerio de esa población devastada por la guerra, cientos de tumbas conteniendo los restos de personas no identificadas han sido colocadas en mausoleos. [ILUSTRACIÓN 3] Echavarría visitó por primera vez ese cementerio en noviembre de 2006, durante el “Mes de las Ánimas”, cuando a la medianoche los vecinos del lugar entraban al camposanto para rezar por los finados. Allí Echavarría tuvo una experiencia única − la gente rezaba frente a tumbas individuales marcadas con las iniciales NN, que significan “ningún nombre”. En un gran “gesto de humanidad”, los residentes locales habían adoptado las tumbas de los desconocidos cuyos cuerpos habían sido rescatados del río.6 Al adoptar la tumba de un NN, las personas que asumen la tarea de cuidar de ella también se sienten con derecho a solicitar un favor al alma del finado. Muchas tumbas contienen mensajes agradeciendo al alma por el favor o los favores recibidos; otras están decoradas con flores o tienen inscripta la fecha de adopción; algunas personas la han dado el nombre de su familia al NN.7

La serie fotográfica Requiem NN continúa, lo mismo que los gestos humanitarios de los residentes de Puerto Berrío, quienes al adoptar el sitio de descanso final de quienes han sido sus compatriotas refutan el olvido frente a situaciones de indecible violencia y frente a la muerte.8

El artista se embarcó en un nuevo viaje el 11 de marzo de 2010, cuando se trasladó al pueblo de Mampujan en ocasión de la conmemoración del décimo aniversario del día en que los lugareños se habían visto forzados a abandonar sus hogares y sus tierras. (Nunca se ha vuelto a ocupar el pueblo, situado en la región montañosa de Montes de María.) Durante el transcurso de ese día, Echavarría encontró una escuela deteriorada con un pizarrón en el cual las vocales a, e, i, y u eran aún legibles. El tiempo había borrado la o, la letra que se convirtió en el título de la muestra, La “0.”9 [ILUSTRACIÓN 4]

También ha fotografiado objetos que la gente coloca en el interior de casas abandonadas (Desenterrar y Hablar I y II). Un tapiz colgaba en una casa en ruinas; en otra, un jarrón con flores se encontraba sobre una mesa con mantel. Las fotografías de estos objetos le hablan a la memoria y constituyen una breve recuperación de espacios. [ILUSTRACIÓN 5] Compuestas como dípticos cuyos componentes mantienen un diálogo, se convierten en vecinas. Imágenes de los mismos interiores en ruinas también captan dos troncos de árboles truncos con sus raíces sobresaliendo del suelo: símbolos de mutilación, metáforas de desplazamientos forzados y desarraigo. Otro descubrimiento asombroso fue un pizarrón con la frase Lo Bonito es Estar Vivo. Las palabras, apenas suficientemente legibles para poder descifrarlas, transmiten la esencia de lo que se había transformado en el imperativo de la existencia − mantenerse vivo. Aunque ignoramos cuándo fue escrito el mensaje, es claro que la persona no identificada quería expresar su resistencia con respecto a lo que se había convertido en la deshumanización de la muerte. Echavarría se trasladó a la cercana aldea de Limón, que consistía en un grupo de casas dispersas conocidas en Colombia como veredas. [ILUSTRACIÓN 6] Allí tomó la fotografía titulada El Testigo, que muestra a un ternero frente a un pizarrón. Había vocales escritas por encima del pizarrón y números en la pared al lado de éste. El ternero cumple el rol de cronista de la historia del caserío, recordándonos con su presencia que el aprendizaje fue abandonado y que el patio de la escuela es ahora un campo de pastoreo. El artista prosiguió viaje rumbo a Bellavista en Bojayá, Choco, para fotografiar pizarrones en los cuales la escritura había desaparecido. (En 2000 la iglesia de la aldea fue el sitio donde tuvo lugar una masacre). Varias fotografías se titulan Silencio − un término que significa ausencia de sonido, u olvido, oscuridad, condiciones existenciales padecidas por miles de colombianos que huyeron o eludieron el secuestro o permanecieron ocultos. [ILUSTRACIÓN 7] Irónicamente, la palabra “silencio” es precisamente la que nos habla en estas fotografías a través de los maniquíes mutilados, de las canciones de los sobrevivientes, de los escritos en las tumbas y en los pizarrones, aun aquellos que no contienen mensajes − un formidable juicio fotográfico.

1 La serie completa, junto con el comentario del artista, se encuentra reproducida en la publicación de Laura Reuter, ed., Juan Manuel Echavarría: Bocas de Ceniza (Milán: Edizioni Charta y Grand Forks, N.D.: North Dakota Museum of Art, 2005), pp. 36-41.
2 El artista le relató estas circunstancias a la autora por correo electrónico fechado el 1-8-2007.
3 La canción completa se encuentra reproducida en Reuter, p. 142. Mostré un segmento de Bocas de ceniza cantado por Dorismel y su hermano Nácer Hernández (Dos Hermanos) a estudiantes de posgrado en la Universidad Católica en Santiago de Chile como parte del tema “Guerra y Violencia”.
4 Echavarría seleccionó y grabó a alrededor de quince cantantes; en el transcurso del proceso de edición, seleccionó a siete de ellos.
5 Vi por primera vez el video en la Americas Society en Nueva York en 2006, en un programa titulado Colombia: Voicing the Conflict. Esta audiencia también se conmovió mucho.
6 Se ha tornado habitual para los pescadores locales rescatar cuerpos o restos humanos en estado de descomposición que flotan río abajo como si se tratara de una fosa común. Los restos son entregados a las autoridades civiles o religiosas, que les proporcionan un lugar de reposo y ritos fúnebres.
7 El artista visita el cementerio de Puerto Berrío tres o cuatro veces al año y continúa documentando los cambios en las tumbas.
8 Requiem NN, 2006 se exhibió en la Ciudadela Educativa y Cultural América, Puerto Berrío, Antioquia, Colombia (2010); Galería Sextante, Bogotá, Colombia; y Galería Josée Bienvenu (2009); Museo de Antioquia, Medellín y North Dakota Museum of Art, Grand Forks (2008).
9 La muestra se inauguró en febrero de 2011 en la Galería Joseé Benvenue, en Nueva York.

Perfil:

Juan Manuel Echavarría, nacido en Medellín, Colombia en 1947, vive y trabaja en Bogotá, Colombia. Actualmente lo representan la Galería Josée Bienvenu, Nueva York y la Galería Sextante, Bogotá. Presentó su primera muestra individual en B & B International Gallery, Nueva York (1998). Entre sus exposiciones individuales en museos en Estados Unidos se cuentan las presentadas en el Emison Art Center and Gallery, DePauw University, Greencastle, IN (1999); North Dakota Museum of Art, Grand Forks, ND (2005); Weatherspoon Museum of Art, Greensboro, NC (2006) y Santa Fe Art Institute (2007). Sus muestras individuales en Europa incluyen las que llevó a cabo en el Erich Maria Remarque Peace Center, Osnabrück, Alemania (2003); Malmö Konsthall, Suecia (2007). En Latinoamérica, presentó exposiciones individuales en el Museo de Arte Moderno, Buenos Aires (2000) y el Museo de Arte Moderno La Tertulia, Cali (2003). Participó, entre otras, en las siguientes exposiciones grupales: Bienal Kwangju, Corea (2000); Daros Latin America, Zurich (2004); Kiasma Museum of Contemporary Art, Helsinki (2006); Irish Museum of Modern Art, Dublín (2005); El Museo del Barrio, Nueva York (2007); Bienal de Valencia, España (2007); Kunsthalle, Viena (2007). Sus videos se han exhibido en numerosos festivales y muestras en Estados Unidos, Canadá, Europa y América del Sur. Antes de dedicarse al arte, publicó dos novelas, Moros en la costa (1991) y La gran catarata (1981). Es fundador y presidente de la Fundación Puntos de Encuentro.