Juan Melé

Galerie Argentine, París

Por Patricia Avena-Navarro | noviembre 16, 2011

La consistencia de la producción de la obra de Juan Melé va a tono con la sala de exposiciones de la galerie Argentine, en la Embajada Argentina. En un ejercicio curatorial ajeno a organizaciones cronológicas, la muestra transita orgánicamente entre pinturas, esculturas y grabados. Al entrar vemos una diversidad de medios y escala contrapuestos en el ambiente. Colores, líneas y formas danzan sobre la superficie, presentando una animada colección de formas geométricas. Una línea oscura divide suavemente el fondo en dos; toques de amarillo, negro, blanco, azul y una forma en rojo, llenan la superficie. La disposición de la muestra es impecable, como también lo es la factura de cada obra. El conjunto presenta distintas instancias de la trayectoria del artista, que en primer término, cautivan la mirada del espectador y una vez más permiten introducirlo al prodigioso mundo que lo habita.

Juan Melé

Su itinerario y la vastedad de sus obras son indisociables de la pintura concreta, punto de partida de la abstracción en el arte argentino de la década del 40, etapa crucial no sólo en el arte argentino sino también en el latinoamericano que marcó una perspectiva de ruptura y de novedad que ha perseverado y persevera en el arte de hoy. En Argentina, el comienzo lo marca la revista Arturo, cuando en 1944 señala la aparición de la abstracción geométrica, la cual reúne tanto a plásticos como a poetas y diseña los postulados que guiaron al grupo Arte Concreto-Invención.
Compartiendo las mismas aspiraciones, Melé se destacó como un activo participante de los defensores de ese arte no figurativo que integró a partir de 1946 y desde ese momento su obra ha sido de una evolución constante. Caracterizada por la síntesis formal de los colores, en ella se materializa la simetría entre color y forma. Vemos la renovación de la sensibilidad y la creatividad junto a lo concreto y lo real, mostrando la capacidad inventiva de encarnar estos valores. El deseo de crear objetos nuevos confirma en Melé la intención de incorporar el arte a la praxis vital. Las formas se acentúan sutiles pero con cierta fuerza, la proporcionalidad de las figuras geométricas y el color se enlazan con intensidad racional. No está la impronta del pincel, sino que la pintura es aplicada en colores planos y con un acabado perfecto. Su obra se centra así en un nuevo grado de conocimiento de alta sensibilidad: el rigor compositivo que transita desde un concepto-constructivo de la imagen hasta una recomposición fragmentada y dinámica, destinando a ciertos estímulos perceptivos que se manifiestan en metáfora de la vida actual.
No es un secreto que la avasallante vitalidad de Melé lo aleja de la quietud. Entre 1948-50 reside en París; allí entra en contacto con Vantongerloo, Brancusi, Pevsner y Sonia Delaunay. Durante ese periodo viaja a diferentes centros artísticos europeos: Italia, Suiza, España; conoce al grupo concreto de Milán, y a Max Bill. De regreso a Buenos Aires comienza una intensa actividad docente y de fructífera producción artística. Más tarde, a partir de los años sesenta, vendrán una sucesión de viajes (Nueva York, Buenos Aires, París, Buenos Aires) época en que desarrolla sus diferentes etapas e integra colecciones públicas y privadas.
Tanto Juan Melé como los demás miembros del grupo Arte Concreto-Invención abrieron los horizontes artísticos de su época, respondiendo a las coyunturas vanguardistas y planteando quebrar las formas clásicas: salir del espacio y entrar en lo real. Descubrir el deseo de participación en el mundo, convencidos de la utopía en que diseño industrial y arte serían uno. Toda una vida de artista atenida a composiciones de una rigurosidad estructural que han evolucionado lentamente y anuncian un lenguaje universal que es el de la línea y el plano, unido al rigor del método científico. Con discreción y curiosidad mantiene el rumbo de su elección artística sin suscitar, como otros, polémicas y turbulencias. Reserva su energía para concentrarla en su obra.
Poseedor de una imagen que lo identifica, y dotado de una singular habilidad para inventar atmósferas mediante un manejo admirable de la composición, del espacio pictórico, de un fino grafismo y del color, Melé crea sugestivas obras. Los pigmentos, minuciosamente delimitados, producen un sentimiento de emoción contenida. Los colores permanecen en sus celdas individuales cuidando de no traspasar a las que no le corresponden. Investigador incansable, su obra tiene por objetivo producir en el espectador una sensación visual inédita, sometiéndolo a una experiencia simple, directa e inmediata. Cuadros-objeto, esculturas o grabados, todas sus obras ejercen el mismo encanto insinuante.
La historia de la pintura y de la experimentación visual es siempre una historia del origen de ver. Juan Melé formó junto a otros artistas la mirada abstracta y concreta de una realidad objetiva, diversificándose en diferentes interpretaciones como la gráfica y la espacialidad arquitectónica. A través de la forma, el vacío y la fijeza pura del color, logra hacernos ver lo que era imposible llegar a ver: llevar la realidad en su abstracción máxima más allá del plano.