Leandro Katz y Leonel Luna
Nora Fisch, Buenos Aires
A veinticinco años de la muerte de Jorge Luis Borges –el 14 de junio último fue la fecha de ese aniversario- Buenos Aires es sede de homenajes grandes y pequeños para recordar al célebre escritor argentino. En ese contexto, la muestra LMYLB constituye una propuesta íntima y original, en la que conviven obras de dos notables representantes del arte contemporáneo: Leandro Katz (Buenos Aires, 1938), perteneciente a la temprana generación de artistas conceptuales y uno de los primeros en enfatizar la problemática latinoamericana en su obra, y Leonel Luna (Buenos Aires, 1965), artista multifacético, cuya obra se nutre de numerosas fuentes documentales de carácter histórico, artístico y social que enriquecen su interpretación.
Como en los clásicos cuentos policiales en los que el misterio se circunscribe a un cuarto cerrado y todas las respuestas y las claves para descubrir la verdad pueden encontrarse en ese microcosmos, la exposición LMYLB se reduce a un espacio limitado: la sala rectangular de la galería Nora Fisch, cuyas paredes son tomadas por los artistas para trazar múltiples conjeturas, indagaciones y pistas entorno a La muerte y la brújula, un cuento clásico de la literatura argentina, donde el visitante puede decodificarlas, a partir de piezas que retoman huellas del complejo universo borgeano. Al ingresar al espacio, en una de las paredes, 18 pequeñas obras de Luna invitan al espectador a aproximarse para leer palabras que se despliegan por recorridos trazados en tinta sobre papeles recortados, enmarañados laberintos que conectan términos que cobran sentido a medida que se relacionan, como partes de pequeños árboles genealógicos. En la pared opuesta, en los delicados trabajos de Katz, también sobre papel, aparecen palabras, rombos de colores, arlequines, mapas, brújulas y muchos otros elementos que surgen del intrincado recorrido que dibuja Borges en su cuento y que provocan a una búsqueda de intertextualidades, sentidos y relaciones.
De ese modo, detrás de la aparente sencillez y sobriedad de las dos propuestas, unidas por un relato, se entrelazan y se adivinan múltiples temáticas, que a su vez provocan infinitas interpretaciones. El espectador se convierte en detective para desentrañar cada uno de los pequeños laberintos que constituyen las obras que estos artistas –cual investigadores “puro razonadores”, como el detective de Borges − pensaron especialmente para esta exposición.
Lúdico, complejo y enigmático el cuento La muertey la brújula condensa elementos de la sabiduría griega, el misticismo judío, la Cabala, la numerología y las matemáticas. Los artistas trabajaron a partir de ese relato en forma separada, de modo que las obras “no son el resultado de una colaboración directa durante el trabajo, sino que surgen a partir del disfrute del encuentro entre dos mentes que recorren procesos de pensamiento en sintonía y se refrescan en la conversación con el otro”, se informa en el texto curatorial.
¿Basta una brújula para orientarse? Si la esencia misma de un laberinto es circunscribir en el espacio más pequeño posible el enredo más complejo de senderos y retrasar así la llegada del viajero al centro o la salida que desea alcanzar, este instrumento terminará por ser inútil. Pero, ¿quién puede resistirse a un laberinto?