Leticia Ramos
Mendes Wood, São Paulo
Leticia Ramos no es una fotógrafa en el sentido tradicional. Mientras que el medio que utiliza es la fotografía en tanto imágenes y luz impresas sobre una superficie, su preocupación pasa más por documentar el impacto que tiene el mundo sobre una lente, o la ausencia de una lente, así como el paso del tiempo y las variaciones del color como tema de sus obras. Ramos tiene una visión tan singular de las cosas que inventa cámaras para retratar el mundo tal como lo ve.
Luego de peinar el tejido urbano de San Pablo, una línea de horizonte metropolitano convertida en puntos de luces intermitentes que cruzan una superficie ininterrumpida, Ramos ha ampliado su campo de investigación mucho más allá de la ciudad que ha elegido para vivir. Su obra más reciente, que se exhibe en la galería Mendes Wood, es una exploración sintética de la región del Ártico.
Para esta serie, Ramos inventó una cámara utilizando lentes Polaroid y un proceso de impresión similar al utilizado por esta cámara, que registra exclusivamente los tonos de azul y blanco. El paisaje polar se ve reducido a su cromatismo básico, los tonos que se asocian solamente con la región y que dominan su representación. Aunque son fotografías, las obras de Ramos se aproximan a la dimensión pictórica, casi como si se tratase de abstracciones pictóricas inspiradas en la realidad.
Este es el giro del lenguaje que su obra ha buscado desde un comienzo. La fotografía, producida en su sentido más estricto y básico, constituye el punto de partida de un producto final que se hará eco de la realidad. Ramos orquesta vagos recordatorios de una escena dentro de una composición que es al mismo tiempo documento y representación, como si una nueva ficción, fuertemente anclada en la realidad, emergiese de la difusa naturaleza de sus métodos.
No encontramos aquí una fría y simple mirada dirigida al mundo, sino un relato subjetivo de sus rasgos más salientes resaltados por el equipo que la artista se da maña para fabricar en cada una de las series. De alguna manera, responde a su tema construyendo y perfeccionando un medio de representación, del mismo modo en que un pintor procuraría obtener el pigmento más preciso, o un músico afinaría su instrumento a la perfección.
El resultado, sin embargo, carece de agudeza. Ramos huye de cualquier cosa que implique precisión, emulando en su obra los efectos del tiempo transcurrido luego de los acontecimientos registrados por la memoria. Finalmente, sus series se acercan a la lógica del recuerdo. Uno no recuerda un paisaje en alta definición, pero sí recordará los azules y los blancos, colores débiles y contornos desdibujados que conforman una imagen fragmentada conforme pasa el tiempo.