Luis Brito

Sala TAC Centro Cultural Trasnocho, Caracas

Por Beatriz Sogbe | junio 13, 2013

En el año 2006, el fotógrafo Antolín Sánchez realiza un documental sobre el trabajo de Luis Brito (Venezuela, Edo. Sucre, 1945).

Luis Brito

Siendo ambos fotógrafos y premios nacionales de fotografía, en Venezuela, se trata del hecho, nada usual, que habla de la admiración de un colega hacia otro. Al inicio de la filmación Brito dice: “ Yo soy de Rio Caribe (pequeño pueblo ubicado al extremo Noreste de Venezuela). Es un lugar que gira alrededor de tres cosas: la religión, la locura y la muerte”. Una frase lapidaria y cruenta. No menciona que, por siglos, la comunidad vive de la actividad comercial de la pesca y la explotación del cacao. Y que se ubica al frente del mar Caribe. Sin embargo, es cierto que Rio Caribe es también famoso por la cantidad de locos que deambulan por sus callejuelas, de hecho a los nativos los llaman –en broma, “ riocarilocos”.

La mención es importante para el foráneo, ya que incluso en Venezuela poco se conoce del alejado pueblo que goza además de un bello paisaje, que une la exuberancia de la montaña con playas idílicas. Pero Brito solo se fijó en su gente. Y es que este gentilicio obvia hablar de su ámbito. Tampoco comenta que, desde fines del siglo XIX, el lugar se llenó de corsos que venían a exportar el cacao que llevaban, en embarcaciones, a la Isla de Trinidad –vía Europa. Descendientes de esos corsos también han surgido pensadores e intelectuales de la talla de Alfredo Boulton y Arturo Uslar Pietri y otros destacados venezolanos. Así que ni tan locos.

Analizando los rostros de esta gente finalmente nos damos cuenta de que son los mismos semblantes, curtidos y envejecidos, de cualquier otro sitio del mundo, ya sea Buenos Aires, Barcelona o México. Es así que esta fotografía no es solo testimonial, sino desgarradora. Pudiéramos decir que son fotografías “buñuelescas” –seres olvidados que hablan de lo más oscuro y sórdido de los lugares. También de la autenticidad de individuos que se nos presentan resignados ante su inminente suerte.

En su dilatada trayectoria –que destaca por un manejo impecable de la técnica-, ha desnudado temas tan fuertes como Los desterrados (1976) –la cual refiere ese énfasis religioso de los más humildes, aferrándose a lo místico como único recurso y esto lo une a la vocación religiosa de su terruño natal y de toda Iberoamérica. Anare o memorias de crímenes (1978) –que reporta a aquellos seres olvidados de la sociedad. A ras de tierra (1980) –reflejando solo los pies de los transeúntes que develan a los individuos. Invertebrados éramos (1982) –donde las arrugas de los ancianos se convierten en topografías, con surcos y tramas. O Segundo piso, tercera sección” (1982) –teniendo como protagonista a manos desgastadas y curtidas. En sus últimas etapas introdujo el color. Aunque parezca contradictorio –que no lo es tal, al ver las imágenes-, en el color destaca lo negro, por contraste.

En esta muestra retrospectiva de su trabajo se han tomado algunas de sus mejores piezas. Nadie saldrá indiferente. Brito nació para revelar lo que a los demás pasa desapercibido. O simplemente, nos negamos a mirar.