Magdalena Fernández
Frost Art Museum, Miami
La instalación 2iPM009, 2009 de la artista venezolana Magdalena Fernández (1964) se exhibe actualmente en el Frost Art Museum de Florida International University, después de su periplo por la X Bienal de Cuenca que continuará posteriormente en el Museum of Latin American Art en California.
La pieza consiste en una video-instalación monumental proyectada sobre una pared en “L” de una secuencia visual en loop que construye − con dibujos de luz de líneas que se entrecruzan −, una retícula que manifiesta visualmente el in crescendo de una tormenta tropical.
2iPM009 continúa el intricado proceso de trabajo de la artista que ha ido incorporando progresivamente elementos inmateriales manipulables, como la luz y el movimiento en su obra. Desde 2004, Fernández utiliza también animación digital y sonido para la construcción de piezas que formalmente parten de la reflexión de la geometría abstracta, con influencias de los estudios de Lewitt, Soto, Mondrián y Gego (Gertrude Goldschmit), pero intentando una disección más humana que proviene de la utilización de ciertos elementos de la naturaleza − en este caso, el sonido, sea de tormenta, ranas coquí, guacamayas y loros.
Es justamente ese sonido tropical, que detona el movimiento o la acción en la geometría amable de Fernández, lo que le confiere una identidad particular; y es la representación de la naturaleza, la que otorga el movimiento a la línea, siendo esa conexión, que se entabla entre lo visual y lo auditivo, la que hace que estos experimentos de luz y audio se conviertan en experiencias vivenciales para el espectador, y otorguen a la geometría un carácter vital y emotivo.
El experimento geométrico de Fernández se amolda, se adapta a la medida de la naturaleza y por ende, de lo humano. Las acciones de la luz en el espacio pueden considerarse un elemento de reiteración, progresivo y continuo, que necesita siempre de un desarrollo, de un proceso. Es en ese devenir donde la luz se conecta con el tiempo de lo natural.
El crecimiento animado de las líneas que se intersectan va dibujando la frecuencia progresiva del sonido como si de un estetoscopio de la naturaleza se tratase, en el intento quizás de otorgarle a la misma una mesura, un espacio de medida, de escala con respecto a nosotros mismos.
La experiencia del espectador es poderosa, independientemente de si se ingresa al comienzo del loop, cuando los puntos sensibles de luz comienzan a aparecer y a convertirse en líneas horizontales y verticales; o si, en cambio, la tormenta está en el momento cúspide, y comienza a amainar. El sonido evoca el recuerdo de la lluvia, y la retícula creada de luz hace presente lo ausente, en una suerte de negociación constante con la realidad y la representación de la arquitectura del gesto de las gotas que caen. El espectador percibe así, la cualidad metonímica de la naturaleza por lo geométrico, como si lo contuviera el interior de una cámara obscura; y vive, como en espejo, la experiencia de esa constante evanescencia de la imagen que se crea, se intensifica y desaparece, tal cual la tormenta que nace y muere, y es tan fuerte como temporal, sujeta a lo efímero.