Marcia Schvartz :Ojo. Colección Fortabat. Buenos Aires
La reciente exhibición de la artista argentina Marcia Schvatz puede visitarse en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat hasta enero de 2017.
“Un buen estado de ánimo es como una religión a mejor precio” dice, con la elocuencia de un panadero anarquista, el Indio Solari en una entrevista que le hicieron las sociólogas Daniela Lucena y Gisela Laboureau, con el fin de echar un poco de luz sobre el trabajo emocional de los artistas argentinos durante los 70 y 80. Para Solari, este trabajo consistía esencialmente en generar espacios -concretos y abstractos, teatros y canciones- en los que pudiera protegerse el estado de ánimo frente a una realidad política hostil.
Ojo, la excepcional muestra que podrá verse hasta enero de 2017, sirve sobre todo para dejar en claro que Marcia Schvartz (Buenos Aires, 1955), más cerca de movilizadores como Solari que de Pirozzi y Pietra, es una notable artista de lo anímico.
Los curadores ponen un particular énfasis en el desarrollo de una narración no-retrospectiva, apuntalada por una selección de obras en su mayoría muy recientes. No hay Schvartz del exilio, apenas una tríada de obras de los 70, prácticamente nada producido antes de 1996.
Pero la medición sintomática de los procesos políticos del país a través del estado de ánimo está presente de algún modo en el circuito que la muestra propone, donde un proceso extraño de transición psíquica queda explicitado en la sala central. Ahí descansa Erinia (el misterio del arte), pintura de 2003 y una de las obras más notables del siglo XXI argentino. La Marcia pre-2001 que aparece en Ojo es la Marcia que atravesó a los tumbos la niebla sistémica de los 90: agobiada, replegada sobre la naturaleza, estudiando la abstracción de la violencia.
Después de Erinia, Schvartz recupera cierto filo de atención y se dedica, cómo no, a buscar culpables. No solamente culpables de los traumas históricos de la Argentina, ni del “estado de la cultura”; busca también a los responsables de haber vuelto a encauzar el flujo de acción empática, a las víctimas, a los buenos. Estudiantes adorados, corrupta burocracia cultural; traidores a la Patria que, gracias al retrato, se convierten en enemigos personales y viceversa.
Por eso para Schvartz la cuestión anímica no es algo que deba protegerse bajo una campana de cristal, como una orquídea rara en medio de un incendio forestal. El ánimo se bambolea, para bien o para mal, y puede ser el principio de una investigación histórica. La puerta de entrada al mundo, a sus cuerpos y a su política económica.
“No soy yo el que trata de escapar de mi cuerpo, es el cuerpo lo que trata de escapar a través de sí mismo”, pensó Deleuze gracias a la pintura de Bacon. Si hubiera estudiado a Schvartz posiblemente hubiera llegado a alguna conclusión parecida. En Ojo, la realidad parece tratar de escapar de su propia densidad anímica a través de un arte demasiado parecido a ella.