Mario Bencomo

The Americas Collection, Miami

Por Janet Batet | marzo 23, 2011

Opalia es el título de la más reciente exposición del artista cubano-americano Mario Bencomo presentada por la galería The Americas Collection. Como bien nos acostumbra la obra de Bencomo, esta muestra constituye una llave, una puerta, el pasaje propicio a un mundo de ensoñaciones entretejido de mito y psicoanálisis.

Opalia, 2010. Acrylic on canvas. Image courtesy of The Americas Collection. Acrílico sobre lienzo. Imagen cortesía de Americas Collection, Coral Gables

El título de la exposición, Opalia, parte del nombre con el que era conocido el popular festival romano de la era clásica dedicado a Ops u Opis, diosa de la abundancia. Asociada con otras dos deidades esenciales: Consus, el granero, y Saturno, el tiempo, Opalia encarna así el festejo por la cosecha y el buen tiempo; el canto a la reproducción, la abundancia y la vida. Partiendo de esta idea como colofón, encontramos dos signos vitales que, a modo de claves ocultas o talismanes, proliferan en cópula magnífica en esta serie. Me refiero a la almendra y el asta. La primera contenedora, en su naturaleza femenina, de la capacidad de acoger y dar vida; la segunda, símbolo de la virilidad, punzante e hiriente, al tiempo que complemento y eco de la primera –analogía a la que conduce su propia morfología de Cornu Copiae o cuerno de la abundancia.

La forma almendrada es siempre recibida con beneplácito por- que su configuración grácil subyace en casi todas las formas naturales. Ojos, vulvas, pétalos, hojas. Y hace referencia también a la mandorla –en italiano: almendra. Ese signo del Cristianismo medieval, resultado de la superposición de dos círculos que se acercan, dibujando una almendra en la intercepción, y que implica la relación e interdependencia de fuerzas contrarias o encontradas. Y es justo en este intersticio donde transcurre la presente serie de Mario Bencomo. Conjuntamente a estos dos elementos recurrentes que adquieren rango de personaje y coexisten en relación dialógica dentro del cuadro, encontramos la estructura de damero que un tanto como designio o condición azarosa sirve de emplaza miento a los motivos centrales. En este sentido desataca Godess Maze I. En ella la estructura de tablero se despliega sobre el plano para acoger dos formas ovales, contenedoras del mito. Por momentos, a modo de señuelos, aparecen pequeños detalles corpóreos, de múltiple significado.

The logic of the Ecstasy es una de las piezas más logradas de la serie. En ella el tiempo parece suspendido. El plano se subdivide en bandas horizontales, como estelas portadoras de equilibrio donde se despliegan leyendas ignotas, claves de nuestro devenir. Maestro del acrílico, Mario Bencomo produce sus obras bajo un velo, tapiando la luz. El engorroso proceso de creación implica el trabajo por capas, una especia de arqueología del alma gra- cias al cual el artista va creando luz de la sombra. Otro componente estético esencial que deleita cuando nos aproximamos al lienzo es el trabajo minucioso de la textura que como filigrana se entreteje a lo ancho y largo del lienzo.

“Es -explica Bencomo- esa misma sensación de corrimiento que crea la superposición de dos velos y a través de los cuales tú tratas de descifrar el rostro, adivinar el alma”. Opalia es un festín magnífico.