Mateo López

Casas Riegner, Bogotá

Por Camilo Chico Triana | enero 21, 2013

Una colección de diversos objetos reales y simulados, en los que la única convergencia conceptual consiste en ser registros de un viaje entre imaginado y real, componen la exposición de Mateo López, titulada “Avenida Primavera, Casa No. 2”, en la Galería Casas Riegner de Bogotá. El dibujo como herramienta de registro de la memoria y el paso del tiempo son para este artista una constante en su producción. Es por ello que un pequeño libro dibujado, además de ser un diagrama exploratorio, es a la vez una guía del recorrido y cohesiona ese conjunto de objetos en un discurso narrativo, que propone al espectador habitar los espacios simulados, recreados, de las doce instalaciones que conforman esta muestra.

Mateo López

La exhibición, la puedo dividir como simple espectador en tres partes. El hall de entrada de la galería en la que se encuentra una vieja maleta, una instalación de estanterías en cartón en una de las salas y una zona de habitáculos, en la otra sala, que empiezan por uno que parece ser un dormitorio y que terminan en otro semejante a una exposición de historia natural.

Al ver la maleta a la entrada de la galería, la referencia al viaje se hace evidente, más si se considera la importancia que el artista le ha dado a los registros de los recorridos que ha emprendido a lo largo de su carrera. Ella sola, que parece desvencijada y aislada debajo de una escalera, es la primera trampa impuesta al espectador, no se sabe si ella es un objeto encontrado, si es del artista o si está intervenida para parecer desvencijada, lo único cierto es que sigue siendo una maleta, que es real y que se refiere a un viaje. La siguiente sala se compone de una gran cantidad de estantes, todos ellos construidos en cartón y pintados de verde con unas lámparas que penden del techo. Ambientan un espacio dedicado a archivar, y encuentro allí la segunda clave de esta exposición, él ha recreado un espacio en el cual se puede almacenar algo, que puede ser la propia experiencia, la propia memoria del espectador, tan frágil, como la materia y la historia que construye su efímera identidad.

Pero hasta ahí ninguna experiencia se ha consolidado, sólo cuando se cruza el tercer espacio, en la segunda sala de la galería, se comienzan a acumular una serie de vivencias que los espacios y que los objetos proponen. En el primer habitáculo es posible reconocer un colchón, una lámpara, una tabla en la que hay varios papeles y un lápiz, que sugieren un discurso intimista acerca de su ejercicio de dibujante, todo ello en un sonido que envuelve el espacio. Tras cruzar una puerta, un sofá y una puerta construída en cartón y recostada sobre la pared, habitan un segundo lugar; todo termina cuando se llega a un espacio construido como museo de historia natural, poblado de vitrinas y objetos simulados, muchos de ellos con papel, motivando al espectador a configurar un sinfín de relaciones, en las que el libro de dibujos resulta ser la llave para entrar al mundo propio de la imaginación del artista.

Esta exhibición sólo conduce al límite, al que la creación se encuentra abocada en el arte contemporáneo, a través de esa perversa simulación que ha permeado todas las capas de nuestra existencia actual. Como lo diría Jean Baudrillard al acuñar su epidemia de la simulación a principios de la década de los 90. La única diferencia en el caso de López es la lógica lúdica que le imprime a sus objetos y a sus dibujos, que por lo menos nos permite experimentar la dura realidad de la que está poblada nuestra propia cotidianidad.