Máx Gómez Canle

Ruth Benzacar, Buenos Aires

Por Victoria Verlichak | febrero 07, 2012

Max Gómez Canle (Argentina, 1972) crea una atmósfera mágica con maravillosas pinturas, inesperados volúmenes y delicados vacíos en Chambre Mentale, una muestra con un diseño de montaje que inducen al visitante a observar a la distancia todas las obras al mismo tiempo, verificando a primera vista la sobresaliente amalgama.

Máx Gómez Canle

Los vínculos entre las obras se multiplican en este extraordinario espacio sensorial. En palabras del artista, es “una recámara con muchas ventanas abiertas, pasadizos que traen fluidos de lugares distantes arrastrando pensamientos de rincones íntimos, líquidos que forman parte de todo un sistema interconectado. (…) Pinturas, imágenes que están en nosotros, de pintura sobre pintura, erosionada y repintada a cada momento, desde hace miles de años”.
Memoria de memorias, el conjunto habla tanto del refinamiento formal del artista como de su conocimiento de la historia del arte. “Trabajo decididamente y sin ocultamientos apoyado en mis antepasados”, apunta Gómez Canle. En esta exhibición el artista custodia una estirpe que incluye a los románticos alemanes, a Caspar David Friedrich, cuya estela preside las alusiones que hace Gómez Canle a Raúl Lozza, a Roberto Aizemberg. Pequeñas y medianas, las piezas exhibidas evidencian similitudes y paralelos con las obras de los maestros, reelaborando desde su subjetividad y con inteligencia temas o búsquedas de los mismos.
La exhibición incluye pinturas de dramáticos paisajes marinos y montañosos, magníficos cielos, imágenes del universo digital (con formas y rostros geométricos de caricatura instalados sorpresivamente en los paisajes) y una serie de objetos que se originan en las pinturas de Gómez Canle, en las que se deslizan y derraman citas de los artistas antes mencionados. En algunas instancias, las geometrías planas y volumétricas o facetadas que pintaba Aizenberg se convierten aquí en objetos de metal lustrado. Son pirámides rectas, cuyas caras laterales son triángulos isósceles, reclinados sobre pedestales aterciopelados, en cuyas bases octogonales el artista pintó bellos paisajes con una inolvidable luz sobrenatural. “Vivimos y pensamos entre paredes. ¿Alguna vez fuimos mentales sin ellas? Acostumbramos agujerearlas y también añadirles cosas, imágenes”, reflexiona el artista, que ejecuta formas vacías talladas que penetran la blanca pared de la galería en espejo con los dos objetos facetados de fuerte presencia.
En una de las obras más grandes, Gómez Canle pinta vistas ilusorias dentro del contorno de las habituales formas irregulares, sobre un plano de color, de la pintura concreta de Lozza. El campo colorido que solía emplear Lozza, acá con los fragmentos de paisajes, es reemplazado por el mismo paño suave utilizado para los objetos facetados que remiten a Aizenberg. Superposiciones materiales e intelectuales, las formas concretas de las pinturas de Lozza se convierten en objetos metálicos tridimensionales incrustados como flechas en varias de las pinturas de Gómez Canle, que con sus renovadas quimeras desmienten amorosamente al maestro creador de la “Teoría estructural del color”.
Con el nombre de la muestra, Chambre Mentale, y de las piezas en francés quizá Gómez Canle recuerde a su abuelo nacido en París, a los primeros lápices (Caran D’Ache) y a los primeros libros de arte (en francés) que poseyó.