Miguel Rothschild
Ruth Benzacar, Buenos Aires
Según los Evangelios, luego de su muerte y resurrección Jesús apareció ante sus discípulos. Tomás no estaba y no creyó cuando le contaron que lo vieron.
Una semana después Tomás vio a Jesús y éste le dijo: “Tu crees porque has visto. Felices los que creen sin haber visto”. Precisamente, “Felices los que creen sin haber visto” es la muestra de Miguel Rothschild (Buenos Aires, 1963) que retoma cierta temática religiosa y algunas propuestas formales anteriores. Aquí volvieron algunos cielos, pero esta vez las estrellas del azul negro cielo son alfileres y clavos que brillan y traspasan Los silencios de Sor Juana.
No se sabe si el artista “cree” pero, tal como señala María Cecilia Barbetta en el catálogo, pareciera que a Rothschild − con los románticos “que se aferraron a la religión [como] forma estética” − le interesa “la belleza del misterio”. Y bellas son sus obras, la mayoría a partir de la fotografía, como los perforados vitraux de antiguas catedrales. La serie de cajas de Absolución, a partir de fotos de rejillas de confesionarios, sintetiza el cruce de lenguajes, el enigma y la ironía; resumen el interés por lo banal y lo sublime que tiene el artista, que vive y trabaja en Berlín.