Pablo Flaiszman
Galerie Argentine, Paris
Un grabado es un dibujo y eso quizás es lo más importante, pero es un dibujo donde la técnica es protagonista. Grabar es una técnica laboriosa y compleja, que impregna siempre con una cota de misterio y de imprevisibilidad el resultado final.
Cada artista se apropia de una técnica que le sirve para expresar mejor su capacidad plástica y emocional, y su proceso creativo es muy especial. Flaiszman es un artista cuando configura y persigue la imagen deseada, y es un artesano cuando va a por ella; pensando en ácidos y tiempos de mordida, en entintar la plancha, en humedecer y secar bien el papel. Pero en todo ese camino, donde van siempre unidos la técnica y lo creativo, está precisamente su encanto.
Ver una exposición de los trabajos de Pablo Flaiszman, donde además de apreciar su arte, se puede intuir su proceso creativo y hasta su personalidad, es gratificante. Es el caso de la muestra “Le regard nu, dessins et gravures”, que presenta la Galerie Argentine − Embajada Argentina − en París.
Ya sea a través de sus grabados o de sus dibujos, el trabajo de Flaiszman se caracteriza por una obra en donde la mirada se precipita en la densidad de las líneas y la armonía de matices que el artista despliega. Desde sus primeros años de aprendizaje, el dibujo ha sido el elemento fundamental dentro de su búsqueda y su principal medio de expresión, la base de la construcción de toda su obra, donde la hoja de Ingres se ha transformado en su espacio mental, imagen y forma. El dibujo es para Flaiszman el medio de expresión simple y directo donde encuentra la libertad de existir y expresarse. Sin croquis, a mano alzada, Flaiszman busca salir del cuadro sin desbordar la hoja; busca la profundidad, sin ninguna perspectiva; busca la luz a través de la tinta negra. Representado como simple croquis o más elaborado, acentúa a través de una simplificación voluntaria el aspecto substancial de su trabajo; así, será una narración, un relato en acción.
Recorrer estos sorprendentes grabados conduce a detenerse con atención frente a las imágenes que aparecen como dubitativas e inconclusas; cuerpos sin terminar, rasgos sin definir, bordes sin demarcar que destilan una ambición pictórica notable y transmiten el placer que se deriva del oficio. Es asombroso el virtuosismo con el cual el artista juega, según los temas − retratos o desnudos − con un dibujo que puede ser a veces refinado, a veces brutal y decisivo. Liberados de motivos superfluos, los retratos desaparecen como absorbidos por una trama abstracta, hasta el casi desvanecimiento de la imagen causado por los matices de negros y grises y los desnudos, ejecutados en fluidos velos, se filtran y fluyen sobre la superficie. No obstante, la línea es siempre sensible, viviente, próxima a su sujeto; ella alcanza el límite de la abstracción.
Los personajes de Flaiszman se sienten observados, dibujados, queridos por el artista. Sometidos a los matices, algunos de ellos se presentan como una suerte de simbiosis donde la forma se desdibuja y los rasgos se ocultan; parecen atravesar el papel, surgir del fondo para volver a él. Gran teatro de sombras donde se juegan las miradas y cada retrato registra sus señas particulares. Así, se establece una relación figura-fondo que confiere a estas obras una vaga intemporalidad.
La mirada es el factor decisivo en la serie de retratos presentados. Pero Flaiszman trasciende la inmediatez del cuerpo y se adentra en el espíritu de los personajes; condensa de manera elemental, poética y radical un sentimiento y razón de ser. Entre figuras aisladas o grupos familiares empuja el grabado y el dibujo hasta sus propios límites y los trabaja hasta el agotamiento.
Su obra es una experimentación constante. La plancha donde vuelca sus sentimientos y su percepción del mundo se convierte en sus manos en un laboratorio estético. En esa superficie aparentemente continua de la plancha, aparecen infinidad de superficies, cada una de ellas con autonomía propia. Diríase que el espacio dispone de cien dimensiones diferentes que se interrelacionan, se comunican e incomunican. Las innumerables relaciones entre los grabados y los dibujos de cuerpos desnudos queda clara en la exposición, y hacen que la comprensión y percepción de cada una de las obras se vaya trasponiendo de unas a otras, ejerciendo una dominante seducción.
Obsesionado por la captura de la mirada, Pablo Flaiszman ha logrado lo más difícil: ahondar en la psicología de sus personajes, potenciando el significado de unos ojos, el gesto de unas manos, para superar un realismo rutinario y desembocar en otros planteamientos plásticos: de ahí la irrealidad que no es sublimación, ni idealización, sino la presencia de lo intangible. En sus retratos se da otra estética de la imagen donde lo íntimo se abre a infinitas posibilidades formales. Y esto es lo importante, porque hasta aquí la búsqueda personal no parece constreñida por ningún factor extraño y diferente de la tarea de traducir en imágenes un mundo personal.