Pat Andrea
Museo Emilio Caraffa, Córdoba
“- ¿Cómo sabes que yo estoy loca? / - Tienes que estarlo, o no habrías venido aquí.” La cita de Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carroll, 1865), es casi una contraseña para ingresar a la sala número 2 del Museo Caraffa, tal vez la más importante del edificio.
Allí nos sumergiremos en el mágico mundo de una nueva versión ilustrada para el clásico de la literatura onírica. En este caso penetramos al recinto de exposiciones de la mano del artista Pat Andrea (Holanda, 1942) quien recibió el encargo de ponerle imágenes a la biblia del SXIX por parte de la editora Diane de Selliers.
Se trata de un sueño que le demandó cinco años de insomnio.
A diferencia de versiones como la de Tim Burton (2010), los personajes de este artista radicado –según el sol– entre París y Buenos Aires, guardan familiaridad con clásicos como Bacon y Dalí, al mismo tiempo que son parientes de autores argentinos como Carlos Alonso y sus personajes atormentados, o Antonio Seguí y sus hombres urbanos caminantes.
El dibujo, el trazo, las proporciones antropomorfas cambiadas de escala y el ridículo enamoramiento que nos embriaga, son los protagonistas de este relato de grandes dimensiones y mayores puentes hacia nuestro inconsciente que sacude sin elegancia pero con visceralidad nuestra psiquis.
Las obras exhibidas, incluyendo una intervención a muro realizada en vivo y que fuera donada al emergente proyecto de Museo MACU (pronto a estrenarse en la serranía cordobesa), tienen una sutileza subjetiva y un erotismo objetivo que toma a los visitantes del corazón, o de los testículos, dependiendo de su edad. Alicia es una deforme hermosa cuya sexualidad promete el más bizarro deseo de cada uno, ante la atenta mirada de un conejo, un gato elegante, el propio Carroll, personal de seguridad de sala y algún asistente incomprensivo del museo.
Subimos por los peldaños del misterioso mazo de cartas que baraja el artista hacia una reducción de nosotros mismos que habita en una cabeza enorme, de blondos cabellos y, entre dibujos mitad cómic, mitad pictóricos, nos emborrachamos de colores y obras aparentemente inacabadas.
Es que Andrea es hijo de un pintor y una ilustradora.
Es que Andrea (quien fuera ilustrador de Playboy en los 80), y con él todos, tiene síndrome de Estocolmo y nos empuja a ser rehenes de este relato, nuestro propio viaje a la perversidad y candidez de Alicia. Junto a Dylan y Joyce, cada visitante está condenado a la concreción de sueños y pesadillas que persistirán en la sala siguiente, en el día siguiente, porque se incorporaron a nuestro país de las maravillas, aquel cuya existencia es nuestra única certeza.