Rodrigo Echeverri

Ideobox Artspace - Miami

Por Janet Batet | enero 17, 2012

Asomarse a la obra de Rodrigo Echeverri es un riesgo. La fuerza que irradia de sus composiciones provoca sentimientos encontrados.

Rodrigo Echeverri

Digamos que, en primera instancia, nos cautiva la limpieza de las formas geométricas que en plena expansión se disponen sobre el plano apoderándose del espacio. El disfrute de la figura geométrica pura, per se, liberada de todo referente, pareciera la motivación central que anima al artista.
Muchos son los que aducen influencias minimalistas en la obra de Echeverri y de hecho, por momentos, se atisban puntos de conexión con imponderables como Donald Judd o Carl Andre. Sin embargo, dos características formales de la obra de Echeverri nos distancian definitivamente de la asepsia minimalista. La primera proviene de la naturaleza del material empleado por Echeverri: la madera, cuya cualidad natural y cálida se aleja de las superficies frías e industriales típicas del universo minimalista –a excepción de artistas como Eva Hesse. La segunda, deriva del sentido de movimiento intrínseco a la obra de Echeverri.
Echeverri parte siempre de un elemento central único que –cual célula madre– se multiplica e irradia en el espacio imprimiendo a su obra un sentido orgánico inusitado. Esta característica es de especial interés dado el sujeto ausente “retratado” en la obra de Echeverri, que se erige como signo y síntoma de una de las problemáticas más acuciantes de la sociedad colombiana actual.
Cada paralelepípedo en la obra de este artista hace referencia a la figura del ataúd que se convierte en la efectiva alegoría de la muerte y la violencia. Despersonalizadas cajas, invariablemente iguales, que se convierten en crónica, evidencia documental, retrato colectivo de una problemática que asola no sólo a su natal Colombia sino a todo el istmo centroamericano, alcanzando hasta México.
Tal es la idea central que anima la serie Astilla en el ojo y el título de la muestra personal abierta ahora al público en Ideobox Art Space. Astilla en el ojo participa de la noción de “trompe l’oeil” tan cara a la historia del arte para crear un juego referencial entre el espacio ilusorio y el espacio real; el espacio virtual y el espacio pictórico y por último, el enlace definitivo entre el enrarecido circuito artístico y la crudeza de la realidad social en la que convivimos día a día.
El diseño de cada imagen es generado por ordenador. En ocasiones, el artista utiliza el collage a modo de enchapado, revistiendo cada una de las estructuras geométricas que resistiendo al confinamiento del cuadro, parecen redimirse del espacio bidimensional del mismo, abandonando su seguridad para poblar el espacio tridimensional.
Es justo en esta amenazante transición del espacio meramente artístico al espacio real que la obra de Echeverri deviene amenazante. Sus estructuras, proyectadas sobre el espectador como paja en el ojo, se hacen hirientes: una suerte de dominó macabro que nos interpela y se extiende ante nuestros mismos ojos como terrible pandemia de la sociedad contemporánea.