The Silent Shout: Voices in Cuban Abstraction 1950-2013
Virginia Miller, Miami
El grito silencioso… muestra la continuidad de la abstracción en Cuba desde mediados del siglo pasado hasta hoy, contribuyendo a completar el mapa de esa vasta corriente que atravesó el continente incluyendo el Caribe, pero cuya reconstrucción ha sido hasta ahora fragmentaria y ha excluido a menudo el aporte de territorios como Colombia, México y Cuba.
Se exponen obras de nueve artistas de varias generaciones: desde el único MADI del grupo, Sandú Darié, nacido en 1908, hasta el talentoso emergente Luis Enrique López, nacido 80 años después, además de Hugo Consuegra, Carlos García, Raúl Martínez, Pedro de Oraá, José Rosabal, Loló Soldevilla, y José A. Vincench. En 1996, este último y el pintor Ramón Serrano curaron con Janet Batet la significativa exhibición Pinturas del silencio, para exponer, a contracorriente, la persistencia de la exploración abstracta en el país, caracterizada por un solitario modo de resistencia frente a los prejuicios que rodeaban la abstracción en la isla.
Apartándose de la contraposición que hay entre el origen y los principios del expresionismo abstracto y de la abstracción geométrica o en exploraciones de índole tan opuestas como la geometría orgánica y el concretismo, The Silent Shout (El grito silencioso) curada por el mismo Vincench y Batet junto con Rafael Díaz Casas, abarca diversos territorios y temporalidades de la pintura abstracta en la isla. Destaca el riesgo del criterio diacrónico y heteróclito de la visión curatorial, ajena a los paradigmas, y no obstante estéticamente coherente.
Así, intercalan una bella pieza de gran formato del emergente López, que en la repetición de círculos de intensidades y tamaños variables traslada al espacio pictórico la cambiante dinámica de la fisiología de la pupila ante la luz, con una de esas obras rítmicas de Soldevilla, quien halló un lenguaje concreto para fundir los ritmos musicales y los planisferios celestes y que, antes de abandonar la abstracción por su compromiso político con la Revolución de 1959, trajo a la isla la mayor exhibición de arte geométrico internacional –con una presentación clave del también pionero y defensor de la abstracción, Mario Carreño. Junto a Soldevilla hay una pintura del Martínez expresionista anterior a la Revolución y a sus incursiones en un tipo de Pop político, y a continuación se reafirma la vigencia de ese tipo de abstracción con la obra de García, Detalle de una estrella, reflejando su paralela filiación con el informalismo. Luego, Divertimento 1 en negros y grises, revela cómo Pedro de Oráa –pionero y cofundador con Soldevilla de la Galería Luz y Color- revisita en 2013 las vanguardias que deconstruyeron las formas, y crea una tridimensionalidad que nos conecta a éstas de modo orgánico.
Hay valiosas piezas prestadas por colecciones, como una composición concreta de Darié de 1950, o un fuerte conjunto de obras de Consuegra en distintos medios de los 50 y 60 – que muestra el desarrollo del expresionismo abstracto en la Cuba de esas décadas. Obras recientes de Vincench, en hoja de oro sobre pintura blanca, postulan por su parte la filtración de gestos conceptuales en la aparente composición geométrica abstracta, donde se camufla el sustantivo “exilio”.
La exhibición ayuda a visibilizar y ponderar un tipo de creación que, esquivando el acecho heterónomo en Cuba –fuera porque la abstracción se asociaba a una complaciente subjetividad capitalista o bien a una preocupación formal ajena a la realidad– enriqueció esa corriente abstracta que atravesó Latinoamérica en el siglo XX y que tuvo y mantiene su fuerza propia en Cuba.