Tomás Saraceno

Idealismo realista

| septiembre 12, 2011

Cuando se le pregunta de dónde es oriundo, Saraceno responde simplemente: “Soy del planetaTierra”. Sus padres debieron exiliarse en Italia cuando el artista contaba apenas un año de edad, regresando a la Argentina recién 11 años más tarde, en 1986. Esta transición y la aguda percepción social y política que trajo aparejada, es tal vez la principal motivación que impulsa a Saraceno a bregar por que las personas habiten el planeta haciendo caso omiso de fronteras sociales o nacionales.

Tomás Saraceno

Contenidas dentro de su propio ámbito planetario − en este caso las paredes de un espacio expositivo −, sus instalaciones escultóricas de gran escala conforman ambientes diferenciados y autónomos constituidos por esferas y filamentos que, en conjunto, forman una intrincada red creada a partir de una teoría exacta y producida a través de la ecuación matemática correlativa. En su obra se combinan la ciencia, la arquitectura y el arte, lo que le permite ser analítico y preciso, poético y espiritual a la vez. Aunque sus instalaciones están imbuidas de una exactitud que asegura a la audiencia que entra en juego un orden teórico más amplio, constituyen también extensos patios de juego − patios de juego que invitan al público a adentrarse en su espacio y observar sus entrañas en un proceso de descubrimiento análogo al de un personaje que descubre una tierra desconocida en un videojuego de ciencia ficción. Es esta combinación de teoría e interacción la que nos da la sensación de que el artista nos propone un modelo alternativo para el modo en que las personas deberían − y de hecho lo hacen − interactuar con su entorno. El resultado es que Saraceno crea un espacio potencial que es en su conjunto irreconocible y por lo tanto, intangible, y aun así, debido a su accesibilidad y su simbiosis, estos “nuevos mundos” son símbolos de idealismo. Guiándose por las teorías del ingeniero e inventor Buckminster Fuller, la estratagema de Tomás Saraceno consiste en construir espacios ficticios pero a la vez científicamente plausibles, que descartan nociones sociales convencionales acerca de la geografía y la nacionalidad y en cambio contemplan a los habitantes como parte de un planeta mayor. Con esta noción como base, la serie en curso y en constante evolución Ciudad Aeropuerto está compuesta por gigantescas células en forma de globos que conforman el modelo de lo que Saraceno sugiere es una ciudad suspendida en el aire. Con su estructura y forma despojadas hasta lo más básico y fundamental, esta “ciudad” habita el aire − un ‘espacio libre’ − y por lo tanto no está sujeta a ninguna delimitación de orden nacionalista o frontera geográfica alguna.

El concepto de “ecosofía” de Felix Guattari, resumido en su libro Las tres ecologías, sugiere que nuestros mundos − el medioambiental, el mental y el social − están interrelacionados. Argumenta que “tenemos una concepción errónea de la ecología, de la lucha medioambiental y sólo ampliando nuestro enfoque para abarcar las tres ecologías seremos capaces de efectuar cambios duraderos en nuestro medio ambiente social/cultural/natural”. Utilizando esta premisa como punto de partida, la obra de Saraceno trae a la mente un planeamiento urbano trascendental empeñado en inventar un mejor y más sostenible modo de vida no sólo por razones de preservación ecológica, sino también con el fin de alcanzar un bienestar social y psicológico. Como pasa a explicar Saraceno: “Cada uno de nosotros juega un pequeño rol como parte de este gran ecosistema y a través de la construcción de una ciudad volante o ciudad ‘nube’, podríamos llegar a aprender cómo vivir en el planeta Tierra”. Encontramos la ilustración más literal de esta ambición en la obra de Saraceno titulada Flying Garden (Jardín volante), compuesta por una serie de módulos en los que el artista ha plantado musgo negro, una especie vegetal capaz de tomar sus nutrientes directamente del aire y por lo tanto, de desarrollarse en forma totalmente independiente. La planta se convierte en una metáfora más amplia para la posibilidad de autonomía y sugiere que otras especies − los seres humanos − pueden llegar a ser algún día enteramente autosostenibles. Éste puede parecer un concepto ideológico; sin embargo, Tomás Saraceno demuestra con hechos aquello que predica. Luego de participar en el Programa Internacional de Estudios Espaciales en el Centro de Investigaciones de la NASA en Silicon Valley, estudiando específicamente la Plataforma de Gran Altitud que desarrolla aeronaves diseñadas como laboratorios flotantes, Saraceno creó un conjunto de obras utilizando una sustancia aislante llamada Aerogel, que se emplea en actividades aeroespaciales. Esta sustancia es elmaterial sólidomás liviano del mundo; está constituido por un 99,98% de aire y ofrece la posibilidad de que las naves espaciales puedan algún día volar impulsadas solamente por energía solar. Utilizando este material, el Aerogel, Saraceno creó una serie de gigantescas burbujas flotantes, o células, que de acuerdo con su propuesta pueden algún día convertirse en lamencionada ciudad ‘nube’ flotante − un espacio en el que las personas podrían, en efecto, vivir − que se empeña tan enfáticamente en construir. La obra de Saraceno, no obstante, también se enfoca en una interacción en tiempo real. En 2008, la extensa instalación Galaxias formándose a lo largo de filamentos, como gotitas en los hilos de una telaraña, ejecutada enteramente con cuerda elástica, fue adquirida por el Miami Art Museum y exhibida como parte de la muestra Anchor Gallery: Tomás Saraceno. El curador adjunto delmencionadomuseo, René Morales, describe de este modo la instalación: “Invita al visitante − o lo obliga, dependiendo de la forma en la que se haya montado − a trepar entre sus zarcillos como si se tratase de un gimnasio selvático horizontal”. Utilizando la humilde telaraña como su punto de partida, Saraceno creó dos conglomerados esféricos desde los cuales se desplegaban una serie de cuerdas o brazos que se adosaban al piso, las paredes y el cielorraso, creando el efecto óptico de una explosión estelar o de extraños fenómenos astronómicos. Colectivamente, estos filamentos interdependientes formaban un entramado en apariencia sistemático y resistente, pero estaban imbuidos, almismo tiempo, de una constante fragilidad demostrada por el hecho de que en el caso de quitar un solo filamento − de forma similar a lo que ocurre con una telaraña − la pieza se estropearía y se vería incompleta. El resultado es una sala impregnada de una tensión subyacente sobre la cual un entramado de zarcillos organizado sistemáticamente se despliega en largos filamentos provocativos, formando una pista de obstáculos que incita al visitante a atravesarla. Morales profundiza su explicación: “El navegar desde un extremo al otro involucra tomar algunas decisiones bastante complicadas; uno debe tratar de ver varios pasos anticipadamente, como en un juego de ajedrez. La experiencia perceptiva que uno tiene de la instalación se modifica en el transcurso de este proceso”.A través de este proceso de ‘búsqueda’, el punto de vista del observador se modifica constantemente, haciéndole tomar conciencia tanto de la forma en que explora este espacio como de la interacción con los demás.

Muy admirada por el virtuosismo técnico que evidenciaba, esta instalación dio forma al prototipo para su muy celebrada segunda encarnación, presentada en losGiardini como parte de“FareMondi // Making Worlds” (Haciendo mundos), la Bienal Internacional de Venecia del año 2009, cuyo director artístico fue Daniel Birnbaum. Tomás Saraceno comprende que para proporcionar a su audiencia una experiencia completa debe mitigar su curiosidad y satisfacer cada aspecto de sus deseos. Su proceso de creación es omniabarcante − el punto de partida de sus obras es la inspiración que obtiene de la naturaleza; luego aplica la ciencia y la tecnología en su diseño y ejecución, y por último construye las piezas de manera que se conviertan en una invitación a la interacción humana y el juego. Este proceso permite que sus obras se basen en teorías científicas y sociales
y aun así sean intrincadas, bellas y emotivas en su composición, evocando en su público tanto una sensación de asombrada admiración como una apreciación estética fundamental. El resultado es una experiencia a la vez precisa e intangible; reconocible, aunque no representativa. Es justamente esta inclusión de la interacción humana lo que eleva el trabajo de Saraceno de la esfera del experimento científico a lo poético. En palabras del artista, “esta instalación es codependiente de la totalidad del movimiento que se despliega en la sala, estimulando un diálogo entre las personas que no es necesariamente verbal. Me interesa cómo las personas que se mueven en el planeta se afectan e influyen mutuamente y la responsabilidad por los demás que nos cabe como consecuencia de nuestras acciones; algo muy parecido a la idea del efecto mariposa”. A través de su aplicación a la esfera de lo humano, la obra de Saraceno alcanza un sentido y se vuelve posible, y al hacerlo, se completa.

Tomás Saraceno es considerado uno de los artistas argentinos contemporáneos más respetados a nivel global, y con justa razón. Su habilidad para extraer elementos del arte, la arquitectura y la ciencia y combinarlos de forma cohesiva y sin fisuras con el fin de crear una experiencia a la vez intangible y accesible, matemáticamente exacta y lúdica, es asombrosa. Muchos artistas, arquitectos y teóricos nos ofrecen un ideal utópico; la diferencia estriba en que lo que Saraceno propone parece ser plausible. Su trabajo de investigación es preciso; su ejecución es meticulosa y su habilidad para activar la participación del público es incuestionable. La historia de Saraceno aúna el optimismo y el ingenio, y esto sugiere que es la punta de lanza de un movimiento donde el arte promueve el descubrimiento de posibilidades para alcanzar un modo de vida genuinamente sostenible.

Perfil:

Tomás Saraceno nació en Tucumán, Argentina, en 1973. Luego de ocho años de estudios en la Universidad de Buenos Aires y de dos muestras individuales, el artista viajó a Frankfurt, Alemania, para completar allí estudios de posgrado en arte y arquitectura. Desde entonces, Saraceno ha presentado numerosas exposiciones individuales en toda Europa, entre ellas la muestra itinerante 4 billion, que en 2010 se presentó en dos importantes destinos artísticos − el Bonniers Konsthall en Estocolmo, Suecia, y el BALTIC Centre for Contemporary Art en Gateshead, Reino Unido. Su carrera se consolidó aún más con las muestras que presentó en E.U.A. y Japón, entre las que se destacan Lighter than Air, en el Walker Arts Center en Minneapolis y la instalación permanente Air-port-city (Ciudad Aeropuerto), exhibida en el Towada Art Center en Towada, Japón. Su instalación interactiva Galaxies forming along filaments, like droplets along the strands of a spider’s web (Galaxias formándose a lo largo de filamentos, como gotitas en los hilos de una telaraña) recibió elogios de la crítica internacional en la edición de 2009 de la Bienal de Venecia. En 2010, el artista se hizo acreedor al prestigioso Premio Calder otorgado por la Fundación homónima. Su obra está representada en las colecciones de numerosos museos en Alemania y E.U.A, incluyendo el Museo de Arte Moderno de Frankfurt, el Museo de Arte Moderno de Nueva York y el Miami Art Museum en Miami. Actualmente Saraceno vive y trabaja en Frankfurt, Alemania.