Tunga

Daniel Templon, Paris

Por Patricia Avena-Navarro | noviembre 16, 2011

Cada vez que se tiene la oportunidad de regresar a la obra de Tunga –(Palmares, Brasil, 1952), se confirma tanto la pasión que imprime a su trabajo como la magia que produce descubrirla. El lenguaje con que el artista viene trabajando en sus instalaciones y performances desde la década de 1970 se reafirma a cada paso. Artista consumado, produce una obra que permite apreciar el desarrollo de un proceso de búsqueda bien dirigido hacia sus objetivos, que no se estanca en logros ni rehúye cambios de lenguaje cuando los juzga necesarios. Centrado en sus investigaciones alrededor de un tema principal, la alquimia, sus instalaciones no son sólo experiencias, sino también el descubrimiento de los materiales relacionados a la piedra filosofal; una reflexión sobre la fragilidad física y psicológica del ser humano y su búsqueda perpetua de la idea de lo absoluto.

Tunga

Su obra construye continuamente relaciones simbióticas entre elementos físicos con el fin de construir puentes metafóricos hacia el terreno inmaterial. La yuxtaposición, el juego de las proporciones y el aparente caos del sinnúmero de elementos que pone en escena orquestan una dialéctica clara y bien pensada. Pasado y presente se enfrentan. La vida, la muerte, lo onírico, la sexualidad, el deseo y la alquimia, temas recurrentes en la obra de Tunga, dominan "Présolaires", la quinta exposición presentada en la galería Templon.

Un conjunto de recipientes colmados de nuevos tesoros como la resina, la silicona o el acero, marionetas realizadas en los materiales emblemáticos del artista − hierro, cristal de roca, perlas, alambiques, esponjas rojas − y una puerta con marco de acero subliman la contemplación inmediata del hombre en átomos, piedras y cristales, sensuales y eróticos que incitan a la caricia...el espectador es confrontado con una serie de instalaciones en “mutuo contagio”. Tunga explora la naturaleza, los cristales, los cuerpos, en una abstracción figurativa donde el deseo y el lenguaje se entrelazan. Austeridad y sensualidad, los orígenes y finales se oponen mutuamente en las fastuosidades barrocas de las piezas y crean una puesta en escena dedicada a las añoranzas, entre orden y caos.

Es, sin embargo, el video, el que ofrece las claves para comprender el juego de asociaciones propuesto por Tunga. La narración se estructura a partir de un film de 14 minutos, Cooking (2010), cuya sucesión de escenas, por su crudeza pornográfica y escatológica, puede chocar los castos ojos de algunos visitantes... un falo toma la forma de una piedra de cristal para penetrar a una mujer, luego se convierte mágicamente en un pedazo de hielo que la mujer disuelve en su boca. La mujer orina en un frasco, ambos beben la orina... el hombre es materia, come materia y crea materia en un ciclo natural. Sexualidad, penetración, erotismo y deseos arcaicos se mezclan. “No se debe tener vergüenza de lo que somos, de la materia, de lo que producimos, de los desperdicios y de lo que amamos, la sexualidad”.

Sin eliminar las cualidades físicas del objeto, ni sustituirlas, logra reemplazar su contexto y relevar su significado. Tunga se convierte en un comunicador, y hace una propuesta visual contenedora de significados múltiples. Sus esculturas permiten interpretaciones infinitas, son obras en las que el visitante participa sensorial y emocionalmente. Trabaja como el guía de una expedición fantástica, presentando al espectador sus grandes esculturas como recorridos por una zona sutil e íntima, que excitan vivamente a la contemplación y lo conducen hacia una reflexión intensa sobre la noción de los ritos.

Sin duda, las obras convidan a meditar sobre el ciclo génesis/ desaparición/ regeneración. Vibrantes y al mismo tiempo equilibradas, resumen en pocos volúmenes el misterio de la creación. Ellas son el símbolo del retorno a sus orígenes. Perturbadoras y sugestivas, ofrecen una mirada personal. Invitan a imaginar mundos posibles, historias y situaciones particulares; sugieren, incitan al espectador a abandonarse a las percepciones más íntimas, sin límite.