Volf Roitman

The Patricia & Phillip Frost Art Museum. Florida International University

Por Carlos M. Luis | noviembre 01, 2010

Un día, conversando con Volf Roitman, éste me confesó que todo lo veía bajo las formas geométricas que MADI había confeccionado. ¿De qué geometría se trataba? Ciertamente Roitman no se estaba refiriendo a las clásicas: Cuadrados, Rectángulos, Círculos o Triángulos. Conociendo su pasión por la estética elaborada por el grupo MADI, pensé que Roitman tenía ante su mirada la dislocación de un mundo geométrico a la manera que los griegos lo concibieron. Nada pues más ajeno a la antigua concepción pitagórica de la “armonía”, o a la “congruencia” para los escolásticos, que lo que Volf Roitman se proponía. Si para los autores de la Edad Media, herederos de la civilización helénica, la estética de la proporción formaba parte de sus ideas acerca de la belleza, para el arte moderno la belleza fundada en la simetría, careció de relevancia. Los pintores cubistas se encargaron de desmontar el andamiaje de la realidad, desarticulando sus componentes, hasta crear nuevas estructuras rítmicas primitivas a la manera que músicos como Stravinsky la habían concebido. Pero a pesar de los esfuerzos del cubismo analítico, la realidad continuaba percibiéndose tras su aparente derrumbe. Fue entonces en ese momento cuando el arte abstracto hizo su aparición, barriendo los últimos vestigios de un arte representativo.

Sunflower 2, 1999. Laser-cut metal on wood 48 x 30 x 18 inches. Courtesy of the Artist. Metal cortado a laser s/madera, 122 x 76 x 45,7 cm. Cortesía del artista.

Sin necesidad de entrar en los detalles que llevaron a pintores como Kandinsky, Mondrian, o Malevich a concebir un arte des- provisto de toda relación con la realidad tal y como la conce- bimos, podemos señalar dos aspectos esenciales de esa nueva corriente: la concreta y la expresionista. Fue la primera la que se impuso eventualmente en las ideas que los artistas MADI concibieran. Pero si bien esto fue cierto, también debemos apuntar que un Kandinsky más inclinado hacia la segunda corriente, contribuyó a formular sus ideas. En obras suyas rea- lizadas durante la década de los veinte, Kandinsky pintó una serie de cuadros y enmarcó otros, donde las exactas proporciones del cuadrado quedaban eliminadas. Cuando el movimiento MADI surgió a la palestra veinte años después, uno de sus pri- meros pasos consistió en hacer lo mismo. Liberados del marco tradicional, los artistas que conformaron ese grupo en la Argentina y después en diversas partes del mundo, lograron crear un punto intermedio entre la pintura y la escultura. Volf Roitman fue el heredero directo de esa tendencia. Pero haciendo una salvedad. Para él, como ya ha sido subrayado en más de una ocasión, el tratamiento lúdico del arte es esencial.

De ese tratamiento parte pues toda una concepción de las for- mas que cobran en sus cuadros y construcciones, un significado personal. Volf Roitman lleva hasta sus últimas consecuen- cias algunas de las propuestas que Kandinsky se planteara durante las últimas dos décadas de su carrera. Si en los cuadros del maestro ruso el color juega un papel musical y hasta metafísico, en las obras de Roitman ese rol forma parte del juego, o sea, de esa actividad libre sin la cual de acuerdo con Johan Huizinga, las manifestaciones de la cultura no son explicables. Vemos entonces que en el arte de Roitman se desarrollan una serie de elementos que van desde la distorsión del cuadro, hasta el empleo de una estridente gama de colores, cuyos timbres musicales podemos escuchar. Pues no podemos descartar la música en la obra de este artista. No una música cuyos acordes poseen un valor simbólico a la manera que Kandinsky o el compositor Scriabin lo concibieran, sino una música implícita en la fuerza generativa de los colores y en las formas que adoptan.

Vemos entonces que durante la larga carrera “madista” de Volf Roitman, las modulaciones del espacio, las desarticulaciones de las estructuras, las disonancias del color, lo condujeron a crear una nueva realidad. Roitman llevó esa realidad nueva a su proyecto utópico de hacer del edificio una gran espectáculo madi. La arquitectura lúdica fue para él el hábitat del futuro, donde el ser humano podría sentirse libre del peso socio/económico que lo arrincona. De ahí entonces que para comprender y gustar de su obra, habría que hacer un vuelco radical en nuestras gastadas concepciones del arte. El arte es y siempre será en sus grandes lineamientos, un acto lúdico. Roitman lo comprendió así dedicándose toda su vida a realizar su sueño.