DÍA MUNDIAL DE LA TIERRA Y UNA REFLEXIÓN DESDE EL MAMBA
El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires continúa con su ciclo de contenidos que toman como disparador la obra de un artista contemporáneo para, a partir de ella, reflexionar sobre el contexto actual y el futuro.
El tema de esta semana es “Entrelazados. El planeta como organismo único”. La boca del infierno, de Florencia Bohtlingk, es la obra que inspira contenidos educativos, artísticos y producciones especiales para los más diversos públicos con los que dialoga el Museo.
“Desde 1992, Florencia Bohtlingk se traslada cada año a la colonia La Flor para metabolizarse en las entrañas de la selva misionera. Allí fue siguiendo el movimiento de colonos de diversas nacionalidades; los cuerpos humanos que llegan desde el interior de la selva para asentarse en nuevas zonas del mismo suelo. La boca del Infierno (2019) es el testimonio pictórico de ese movimiento, una obra que nos enseña que en la frondosidad del monte absolutamente todo es vida y que toda esa vida está inmersa en un mismo movimiento. Cada ser gira en torno de otro, como la danza de un único cuerpo compuesto por miles de organismos. Dentro de ese complejo ecosistema, la oleada trashumante tiene el color rojo de la tierra, adopta la forma serpenteante del río o se mezcla con las familias de cotorras, monos y plantas. Al entrar en el enmarañado verde del monte, donde todo se superpone y se entrecruza, no existen jerarquías entre la figura y el fondo, solo escalas a partir de las que es posible hacer foco. La inmensa pintura nos advierte que la selva no se mira desde afuera, sino que se experimenta desde adentro, con un cuerpo que es parte de otro cuerpo mayor, cambiante y formado por órganos interdependientes: a veces demasiado abstracto, a veces confuso, por momentos en alta definición y por otros, nuevamente camuflado.
La obra que elegimos para abrir esta semana despliega, al mismo tiempo y como un único universo, la pertinente simbiosis entre lo social y lo natural. Si hay algo que podemos aprender –o recordar– a partir de la crisis del nuevo coronavirus, es que nuestra piel es tal vez más porosa, vasta y permeable de lo que creíamos. Hoy más que nunca podemos entender claramente que la tierra es un organismo de interdependencias y que el movimiento interespecies de los virus, la potencia de sus mutaciones y su agresividad están relacionados directamente con el colapso climático, el extractivismo, la agroindustria y todos los desequilibrios naturales causados por el hombre en la era del capitaloceno. Si pensáramos la atmósfera como la última piel de un único organismo tramado por interdependencias, cambiaríamos de escala nuestra mirada y podríamos comenzar a entender que el ser humano está actuando como un virus dentro de ese cuerpo, que le sube la temperatura a la tierra como si se tratase de una fiebre, que quema el Amazonas como si hiciera colapsar sus pulmones. Las metáforas bélicas del enemigo invisible, que limitan la amenaza a la de un agresor externo, evaden una cuestión fundamental como lo son las causas socio-ambientales de la pandemia provocadas por el hombre. Si pensáramos que el enemigo fuimos, todo este tiempo, nosotros mismos, ¿podríamos acaso mejorar nuestro futuro en el planeta?
Esta semana, desde el Museo Moderno proponemos pensar al ser humano sin separarlo de la naturaleza: en la red de especies en la que estamos inmersos y en la necesidad de pensarnos como un organismo interdependiente. En estos días, muchxs de nosotrxs vimos a través de las redes informáticas a una pareja de cóndores discutir con un trío de caniches desde los ventanales de un rascacielos, cómo los guanacos pasean por las playas de Puerto Pirámides o una familia de coipos toma la estación de Tigre, cómo el ciervo de los pantanos se mueve sigiloso por un recreo abandonado del río Capitán y a una enorme mariposa monarca entrar en un PH de Almagro e irrumpir en una teleconferencia. En las últimas semanas estuvimos presenciando dos caras de esta cuarentena: mientras los seres humanos del mundo nos quedamos en nuestras casas, la naturaleza se revitaliza. Podemos asombrarnos tanto de la velocidad con la que se recuperan ciertas especies silvestres, como de lo transparente que se volvió el mal que les causamos al devastar los ecosistemas. ¿Cómo es hoy la convivencia y cuáles son los límites éticos, jurídicos y biológicos entre la vida salvaje y la civilización humana, entre los animales no humanos y los humanos? ¿Podríamos aprovechar la pandemia para diseñar nuevas formas de estar juntxs” - Javier Villa, Curador Senior