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Las esculturas de Rosa Sánchez tienen su génesis en una de las más fecundas cepas del siglo pasado. Esculpe inspirada en fluidas lineas que se entrelazan y generan intrigantes vacíos. Con una factura limpia y grafismo personal, la escultora parte del legado de Moore y otros maestros del siglo veinte que no renunciaron a su fe en el sueño humanista, ni a los temas elementales como la belleza y la sabiduría de la vida. Sus abrazos, maternidades y familias, realizadas en bronce y mármol, son cantos al hombre profundo que está ajeno a la efímera intelectualidad del hombre actual. Desde 1989, expone permanentemente en galerías, salones y centros de arte y ha obtenido el Primer Premio de Artes Plásticas Zona Suroccidental de Medellín en 1996, entre otras distinciones.
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