Entrevista a Elliot Bostwick Davis
Una colección de arte de las Américas despliega alas en Boston
El nuevo pabellón del Museum of Fine Arts Boston, diseñado por Foster & Partners de Londres, crea un espacio común donde se entrelazan tres milenios de producción artística de Norte, Centro y Suramérica como en ningún otro museo. Arte maya, textiles andinos, orfebrería, piezas de madera y obras pictóricas se muestran como sinónimos o referentes del trabajo de nuestros artistas a través de la historia del continente.
Boston, una de las sociedades más conservadoras de Estados Unidos, es el centro de una visión muy progresista para expandir el conocimiento sobre arte de las Américas. En el Museum of Fine Arts Boston, una nueva ala reúne ejemplos de producción artística del continente a lo largo de tres milenios, que constatan su originalidad de pensamiento e interconectividad creativa como casi ningún museo lo ha hecho.
“Creo que todo esto muestra que hay mucha apertura y pensamiento de avanzada en Boston, aunque no seamos una capital cultural y financiera como Nueva York”, dice Elliot Bostwick Davis, presidenta del Departamento de Arte de las Américas de esta institución. “Los museos son los guardianes de la cultura y nosotros estamos demostrando cómo hacerlo funcionar”.
Diseñado por Foster & Partner (firma que también hizo la ambiciosa renovación del British Museum de Londres), este pabellón pone a la vista de todos más de cinco mil obras y objetos de arte. Es la primera vez que el museo cuenta con un espacio adecuado para mostrar este rico legado, que narra y descifra paralelos en las expresiones artísticas de Norte, Centro y Suramérica desde tiempos precolombinos hasta finales del siglo 20.
Inauguradas en noviembre de 2010, unas 53 galerías exhibenraras piezas en barro y oro, vestuario y textiles, tallas y muebles de madera, esculturas y pinturas. En septiembre abrirán una nueva etapa para el arte contemporáneo, mientras las divisiones removibles de cada sala permitirán ajustar el espacio a la medida que se requiera. “Así podemos seguir repensando nuestro trabajo y nuestra colección”.
Un museo conectado a la ciudad
Según escribe su director, Malcolm Rogers, el Museum of Fine Arts Boston es la encrucijada donde el arte y la historia se
encuentran. Esta institución es un libro abierto a la historia revolucionaria de Estados Unidos y de Boston como la llamada
“cuna de la libertad”.
Con este nuevo espacio, su colección extiende alas para contar no sólo esos capítulos históricos, sino mostrar al mundo especialmente qué ha acontecido en América antes y después de la conquista.
“Nuestra colección está más enfocada en el arte de las colonias norteamericanas; pero en 1999 comenzamos a reorganizar el museo según las áreas geográficas y el orden cronológico”, explica Bostwick Davis. El mayor reto fue armar la colección de las Américas para entrelazarla con esos otros polos culturales como el antiguo Egipto, Grecia, Asia, Oceanía y Europa. Curadores y educadores de todos los departamentos trabajan en conjunto para dar coherencia a esta idea. Al inicio, la prioridad era el espacio, pero esa meta fue superada tras una intensa campaña que recaudó más de 500 millones de dólares. Cerca de 345 millones de dólares se invirtieron en el proyecto de renovación del hermoso edificio beaux arts que data de 1909. El proyecto arquitectónico de Norman Foster y su equipo no sólo añadió cuatro pisos con 53 nuevas galerías, sino también un patio común con techo y paredes de cristal que sirve de área de esparcimiento. “El edificio esta pensado para el arte y su función es que la gente disfrute el arte”, asegura la directora. El uso extensivo del vidrio expande los límites físicos del museo, de modo tal que quien camina por sus alrededores puede ver al interior o quien está dentro nunca pierde contacto con la ciudad.
Culturas precolombinas y primeras colonias
“Una de las mayores sorpresas que ofrece esta ala de las Américas es que la gente nunca imagina que la colección de arte precolombino es tan importante”, revela Bostwick Davis. Enormes urnas funerarias hechas por los K’iché Maya de Guatemala están a la entrada del pabellón reservado para el arte antiguo y nativo americano, donde este viaje cultural se inicia. Una regia selección de vasijas, estatuillas, cerámicas, objetos utilitarios y joyería de los olmecas y otras culturas antiguas de México, Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras se encuentran allí. “Esa es la base de la colección que hemos podido construir gracias a donaciones increíbles, para explorar los avances de las civilizaciones antes de la llegada de Colón al nuevo mundo”.
En esta parte se pueden ver adornos en oro y piedras preciosas de pueblos indígenas de Centro y Suramérica como los Tairona de Colombia. También se exhiben instrumentos musicales, amuletos y figuras que se usaban en rituales de fertilidad o de guerra, así como coloridos tapices elaborados bajo técnicas muy complicadas de tejido, que son ejemplos del florecimiento interrumpido por los conquistadores.
“Hay aún mucho por mostrar, pero debemos ser pacientes porque debemos cumplir con chequeos estrictos de procedencia de lo que recibimos en donación”.
Este primer nivel, además, tiende puentes con la evolución de los pueblos autóctonos de Estados Unidos y Canadá, a través de piezas que formaron parte de la colección inicial del museo en 1876 y otras de tiempos recientes, tales como pinturas, obras en papel, cestería, vidrio y textiles.
Mobiliario original recrea cómo era la atmósfera doméstica en una típica casa de Nueva Inglaterra a comienzos del siglo 18, al tiempo que utensilios y maquetas de barcos indagan en las tradiciones de la artesanía, el tallado de madera y la platería en las colonias nacientes. Igualmente, una sublime selección de bordados revela la importancia de este oficio como parte de la educación fundamental y fuente de ingresos de la mujer de la época.
Lamentablemente, las explicaciones y los créditos de las obras sólo están en inglés, lo que limita mucho el acceso al espectador que habla otra lengua.
De la independencia al siglo 20
El corazón de este nuevo pabellón es la colección de arte del período revolucionario, en la que despuntan retratos de figuras históricas como Paul Revere elaborados por John Singleton Copley. De Revere se explora una faceta distinta a su rol como héroe de la independencia estadounidense y se muestran piezas de platería que él y su padre elaboraron. Entre ellas se exhibe el famoso “Sons of Liberty Bowl” o tazón de los hijos de la libertad, que hizo en 1768 con los nombres de los firmantes del acta de independencia.
En la sección “Latinoamérica antes de 1900”, recientes adquisiciones como el retrato de Don Manuel José Rubio y Salinas, Arzobispo de México (1754) o el escritorio de Oaxaca que data de 1650-1700 forman parte de una selección que representa la fuerte influencia española en la arquitectura y artes de la época. Muchos de los textiles peruanos de la excelente colección que posee el museo también ocupan las paredes de estas salas, al igual que retablos de altar, objetos en plata y barro de México y Suramérica, y otras piezas cedidas por la Colección Patricia Phelps de Cisneros (CPPC).
“Jorge Rivas, curador de la CPPC, estuvo en el museo recientemente. Tengo muy buena impresión de su visita, porque estamos muy interesados en ampliar nuestra colección de arte colonial y arte latinoamericano del siglo 20”, explicó Bostwick Davis, quien destacó que la alianza con instituciones con la Colección Cisneros son vitales para que estas galerías puedan albergar nuevas y más piezas de países como Brasil.
“Lo que atesoran estos 700 pies cuadrados es sólo el comienzo, pero al menos da una idea general de lo que fue ese período”.
En otro nivel se ahonda más en el trabajo de artistas estadounidenses que vivieron a finales del siglo 19 y principios del 20, como el expatriado John Singer Sargent, de quien se exhibe la más completa gama de obras en diversos medios como la célebre pintura The Daughters of Edward Darley Boit (1882). De este creador se exponen más de 25 cuadros, acuarelas y dibujos.
Otras joyas de esta sala son el vitral de Tiffany, Parakeets and Gold Fish Bowl (circa 1893) o el quilt de 1895-98 hecho por Harriet Powers.
Siglo 20: una obra en progreso
“Uno de los mensajes más poderosos de esta ala dedicada al arte contemporáneo es mostrar cómo los artistas de las Américas han usado referencias de su propio entorno y cómo muchos se inspiraron en el arte nativo antiguo”.
El argentino César Paternosto es una de las voces escogidas para ejemplificarlo. Su Stacatto (1965) fue una de las imágenes que dio la vuelta a Boston en vallas y pendones durante la campaña de la apertura del ala de las Américas.
“Cuando Paternosto nos visitó en diciembre por suerte pudo ver su obra, tan gráfica, colorida y dinámica, por toda la ciudad”, dice Bostwick Davis.
“El es uno de los que ha articulado esa influencia de elementos que hemos visto en antiguos textiles andinos, donde la geometría y el uso del color son tan importantes como lo son en la obra de Paternosto”.
Esta sección dedicada al arte contemporáneo es aún una obra en proceso, que después de septiembre mostrará una nueva cara. Por ahora, en la modesta selección se trazan líneas entre el trabajo de Jackson Pollock, Alexander Calder y Roberto Matta, en Estados Unidos entre los años 1940-1970. Se muestra obra básica para entender la evolución artística de Georgia O’Keeffe, los experimentos surrealistas de Wifredo
Lam y Joseph Cornell, y la conexión entre Joaquín Torres-García y otros estadounidenses de su tiempo.
Gracias a la Colección Cisneros, también tienen esculturas y cuadros de Alfredo Hilto, Hélio Oiticica y otros abstraccionistas
suramericanos.
“Por supuesto que queremos tener más de Torres-García, Soto y otros artistas, cuyas obras son muy costosas para nosotros en estos momentos; pero también queremos otros como César Paternosto que nos ofrecen esas conexiones valiosas con el arte que tenemos en nuestra colección y que quizás están más a la mano por ahora”, asegura la directora.
Elliott Boswick-Davis sabe que el museo se necesita mucho esfuerzo y dinero para invertir en arte latinoamericano. Por eso, lo primero es propagar el mensaje para atraer a coleccionistas y benefactores. “Nuestra visión es clara, pero aún necesitamos mucha colaboración para seguir adelante”.