GALERÍA NUEVEOCHENTA PRESENTA EXHIBICIONES DE ALDO CHAPARRO Y LUIS HERNÁNDEZ MELLIZO

Ahora en formato virtual, la galería de Bogotá elaboró una experiencia inmersiva para “visitar” las muestras Economía de los colores, del artista colombiano Luis Hernández Mellizo, y Songs for Fernanda, de Aldo Chaparro, nacido en Perú.

GALERÍA NUEVEOCHENTA PRESENTA EXHIBICIONES DE ALDO CHAPARRO Y LUIS HERNÁNDEZ MELLIZO

Economía de los colores - Luis Hernández Mellizo (Bogotá, 1978)

 

Sobre la muestra, Nicole Cartier comenta:

En la producción de Hernández Mellizo prevalece una constante lucidez alrededor del hecho que el contexto en que se inserta una imagen determina la gama de significados que ésta puede llegar a adquirir. Las fotografías incluidas en un catálogo de una tienda no plantean ninguna pregunta, sino que se construyen como un anhelo que, como observadores, recibimos pasivamente: los espacios luminosos nos invitan a ocuparlos, los objetos relucientes a comprarlos. La imagen publicitaria nos promete felicidad a partir de un acto tan sencillo como el de la adquisición, nos convence que seremos exitosos si tenemos un apartamento de paredes color ‘Ponche cítrico’ o ‘Pétalos de primavera’, si nos sentamos en una poltrona a la que le hagan juego las lámparas y el perro. Son imágenes cuidadosamente construidas, cargadas de un fuerte sentido escenográfico que nos invitan a convertirnos en sus protagonistas.

 

En Economía de los colores, el artista se apropia de esasfotografías publicitarias y, con paciencia, traduce al óleo las escenas falsamente cotidianas. Cuando estas imágenes atraviesan una transformación material —cuando pasan de lo digital a lo análogo, de la foto de estudio al bodegón en el lienzo— pierden su valor aspiracional: el glamour y el estatus que promete el consumo se revela ilusorio. Al ser privados de color, esos espacios originalmente tan seductores a la mirada se convierten en escenarios que ya no invitan a ser habitados; parecen, en cambio, remitir a la presencia de un ser humano que ya no está, o tal vez nunca estuvo. Una silla vacía, un marco sin lienzo, una mascota sin dueño —cada elemento pierde su rol dentro del ciclo de consumo donde se concibió originalmente. Paradójicamente, es ahí cuando entran a un nuevo ciclo: el del mercado del arte, donde se convierten en nuevos objetos de deseo que prometen estatus a su comprador. En este caso, es el artista quien ofrece al público su propio catálogo de lienzos destinados a ser colgados sobre esas paredes ‘Rosa discreto’ dentro de casas luminosas, limpias —como sacadas de catálogo.

Una última pregunta parece subyacer a la muestra: ¿hasta qué punto los objetos que compramos, los espacios que habitamos, la comida que consumimos, son un reflejo de quienes somos como individuos, o como sociedad? ¿Qué dirían de nosotros, en un futuro, si sólo quedaran revistas de diseño de interiores, catálogos de objetos para el hogar o fotografías de alacenas rebosantes de comida empacada, enlatada y patentada? Se cuestiona el rol que cumple el artista en estas dinámicas de producción de mercancía, de embellecimiento de la realidad y de consolidación de modelos aspiracionales: él, como un trabajador más, ofrece un servicio y un producto que libera para que las fuerzas del mercado hagan con éste lo que les plazca.

 

 

Songs for Fernanda - Aldo Chaparro (Lima, 1965)

"Siempre pensé que el color era un conocimiento innato que se iba sofisticando con el tiempo y la práctica: definitivamente ese no fue mi caso. Durante años, intenté pintar: pasé de lo figurativo a lo abstracto muchas veces; manché, hice collage, usé textos, hoja de oro, óleo, acrílico, pigmentos naturales, dejé mis bastidores al sol, a la lluvia; estudié a Tiziano, Rivera, Velázquez, Picasso, Mondrian, a los futuristas, modernistas, cinetistas etc. Pero mis pinturas tenían un error en su propio eje: siempre intentaban hablar sobre el volumen —si no era un volumen representado en la superficie del cuadro, era acerca del volumen mismo del cuadro. Era evidente que mi relación con el volumen, el eje de mi actividad como escultor, era un obstáculo para relacionarme con el color libremente.

 

No fue hasta que regresé de un viaje a Marruecos donde, en un pueblito de los Atlas, descubrí los boucherites, unos textiles que podrían interpretarse como mal hechos, tanto que en la ciudad nadie los vendía y se ofendían si se preguntaba por ellos. No están mal hechos: son el resultado de un trabajo más suelto, que evidentemente parte de la improvisación, y esa evidente soltura que rompía con todas las reglas de composición y uso del color fue la que me marcó para siempre. Cuando regrese a México cargado de boucherites me dediqué a tratar de entenderlos sin mucho éxito, pero fue ahí donde apareció en mí el deseo de solucionar ese asunto pintando yo mismo. Podríamos decir que los boucherites detonaron en mí una conexión conmigo mismo menos cerebral y más instintiva: ahora, cuando empiezo un cuadro no tengo idea a donde iré y cómo llegaré.

Contrario al resto de mi trabajo, que es bastante más cerebral y técnico, pintar para mí a esta edad es una forma de conectar conmigo mismo, conectar con ese canal o fuerza que no controlamos, esa fuente constante de emociones, imágenes y sentimientos que no se pueden traducir o dominar, y a la que solo podemos aspirar a que, en algún momento cuando estamos distraídos, se apoderen de nosotros y nos utilicen como un instrumento para materializarse como color y forma. Tal vez la mejor forma que tengo para explicarlas es la música: cada una de mis pinturas es una canción que se debe ver/escuchar esperando que su ritmo reverbere empáticamente en nosotros."

Aldo Chaparro