MAX GÓMEZ CANLE EN CASA TRIÂNGULO

La contradicción del paisaje y la geometría: plazoletas, paredes, ventanas, edificios en tonos rosa y naranja tierra que recuerdan la obra de los años 60 del arquitecto mexicano Luis Barragán ocurren en paisajes deshabitados. Con la distancia del transeúnte, nos topamos con estructuras que se desplazan, y al no entender bien cuál es el lugar, se nota una sensación de humedad tropical. El contraste se repite con cada cuadro, manteniendo una especie de uniformidad, un sistema, como un arquetipo levemente reformable, pero con el mismo impacto cada vez: no entendemos del todo qué lugar es este.

Las pinturas de Max Gómez Canle crean una experiencia similar a notar un glitch en un videojuego: un sistema que funciona bien comenzará a disparar pequeños indicadores, destellos imprevistos que lo desconciertan. Pero además de funcionar como fallas menores discernibles por un espectador atento, también incluyen otra contradicción. Se pueden convertir rápidamente en trucos, nuevas ventanas que nos permiten recorrer diferentes caminos. Y entonces me pregunto si el tiempo pasa en estos paisajes, por extraños que sean por su calidad límite, o si es una propiedad de los edificios con la particular capacidad de detener el tiempo, como si pertenecieran a una película de ciencia ficción que hace posible lo improbable.

De todos modos, no es la primera vez que los paisajes naturales me parecen una trampa. Esto me parece en parte una cualidad intrínseca: el dulce aroma de una flor que devora a la mosca que se posa sobre ella, insectos de colores vivos que resultan ser los más intrigantes y venenosos, o interminables playas de arena blanca donde un paso en falso es todo lo que necesitas para que te hundas. La naturaleza parecía capaz de comprender su poder de seducción y nuestra debilidad, que rápidamente nos atraerá a esos lugares.

Max Gómez Canle lijará sus cuadros como tratando de averiguar de qué están construidos. Borrará las líneas, despojará de materia e imprimirá, ficcionalizando el paso del tiempo. Las pequeñas pinturas, como reliquias de un falso hallazgo arqueológico, se vuelven ubicuas, omnipresentes, y al mismo tiempo emiten un sentido de pertenencia a diferentes períodos y a ningún período en absoluto. Al deshacerse de su topografía, las pinturas se revelan puramente como imágenes planas. Quizás sea el deseo de la mirada acostumbrada al consumo hiperdigital de nuestro tiempo, pero lo que antes se veía claramente como un árbol, un sendero, una montaña, una figura geométrica, empieza a abstraerse y resurgir en forma de color primario. bloques: rojos, azules y verdes que evolucionan en diminutos cuadraditos. La pintura se pixela, logrando revelar su mínima expresión y al mismo tiempo convirtiéndose en algo nuevo.

El momento del glitch nos brinda consuelo en la creencia de estos lugares, y la fantasía nos brinda alivio. Max Gómez Canle posee la capacidad de construir espacios intrigantes de curiosidad por los que nos gustaría pasear. Nacidos del sueño de una imaginación ilusionada, sus paisajes nos transportan a lugares donde hay ladrillos que construyen cielos.

MAX GÓMEZ CANLE: FUERA DE LUGAR

CURADO POR NATALIA MALAMUTE Y VIOLETA MOLLO

DEL 05.02.2022 AL 19.03.2022

Casa Triângulo | Rua Estados Unidos 1324, São Paulo, 01427-001 Brasil