Tiempos Violentos

en el Museo de Arte Carrillo Gil, México

El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Museo de Arte Carrillo Gil invitan a la muestra Tiempos violentos. Reinterpretando la Colección del Museo de Arte Carrillo Gil una aproximación fresca y renovada a la Colección del MACG, a través de la noción de violencia como eje articulador de la investigación y los contenidos. Esta muestra es el resultado de un proyecto de colaboración entre el MACG, Americas Society y el Posgrado en Historia del Arte de la UNAM, con la intención de coadyuvar a la formación de una nueva generación de historiadores y críticos de arte.

Tiempos Violentos

El soporte para desarrollar el seminario fue la temática de la violencia, un genérico común cuando reflexionamos sobre la humanidad, y que caracteriza a la Colección de Carrillo Gil, orientada hacia temáticas universales de gran dramatismo. Caos y desastre, prostitución y muerte, al estilo de José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, son el soporte, como oferta temática de la Colección. Es interesante que, en tercer lugar (en número de piezas), quedó León Ferrari, generoso artista argentino quien tiene una singular historia con el MACG, ya que en dos ocasiones (1982 y 2007) realizó exposiciones en el museo y en ambas hizo generosas donaciones de su obra.

Otros autores incluidos en la muestra son los artistas grabadores del Taller de la Gráfica Popular, así como Gunther Gerzso. De las adquisiciones contemporáneas se eligió una serie fotográfica de Ambra Polidori, una ampliación fotográfica de una acción del artista chicano Daniel Joseph Martínez, así como dos dibujos de gran formato de Alejandro Montoya. A la muestra, a su vez, se sumaron ciertos trabajos que no pertenecen al acervo como los de Carlos Aguirre, Carlos Amorales, Helen Escobedo, Marta Palau, Cannon Bernáldez, Artemio, Diego Berruecos, Mireia Sallarés y Eniac Martínez.

Tiempos violentos vincula obras pertenecientes a la Colección del Museo de Arte Carrillo Gil provenientes de temporalidades diferentes que remiten a la experiencia contemporánea de la violencia. La historia ha jugado un papel fundamental en el arte mexicano y ello atañe, desde luego, a los artistas comprometidos con el nacionalismo post revolucionario, quienes intentaron construir un sistema visual a partir del mismo. Las figuras y acciones de los héroes de la Revolución conforman un inventario iconográfico que los artistas y críticos abordaron con una conjunción de ideas sobre la pintura de historia así como propuestas radicales de la vanguardia. Aunque las obras elegidas participan de esas convenciones y mecanismos de representación de lo heroico, su yuxtaposición con obras contemporáneas permite intentar una reinterpretación de las estrategias visual-discursivas de los modernos.

Se trata, en suma, de someter una colección nacional a un examen y reconstrucción que no pretende la continuidad histórica. No de la manera en que Orozco argumentaba que la violencia era universal. Tampoco se propone demostrar la continuidad estética de lo nacional. Es, de alguna manera, un ejercicio de arqueología inversa que busca en el arte actual los indicios del modo de producción artística del modernismo. La muestra se divide en tres núcleos temáticos que a continuación se desglosan.

Distopías: la destrucción del mundo

En este espacio se reúnen obras que tienen como tema central la destrucción como proceso y resultado: bombas al momento de caer, ruinas de guerra contrapuestas con edificios que se derrumban, aglomeraciones humanas en ciudades insostenibles. Estas reflexiones artísticas cuestionan las nociones de civilización, presagiando un futuro atemorizante. En el centro se encuentra una idea del fin del mundo, una catástrofe ocasionada por la violencia de la civilización. Los eventos bélicos del siglo XX y las fotos de ciudades bombardeadas que circularon en la prensa, marcaron la memoria colectiva.

La pistola en la sien y el pueblo en llamas. Mecanismos de representación de la violencia de lo político en imágenes

Este apartado reflexiona sobre la relación entre la identidad y la violencia. Las obras tienen en común remitir a hechos y personajes históricos. De igual forma, demandan al espectador tomar una postura sobre lo que muestran e intentan incidir en la crítica y en la construcción de lo social. De esta manera se analiza la forma en que los soportes de una obra de arte producen sentido en un ámbito compartido, político. También se estudia cómo las obras se insertan en un imaginario determinado. Desde ese anclaje se alzan como depositarias de una (nueva) verdad; donde ésta se entiende como una percepción válida del mundo, que debe ser compartida por el espectador que la observa. Por último, se analizan las formas en las que esta percepción vincula el cuerpo con la identidad; identidad como signo y cuerpo como lugar de la violencia. Las relaciones que las obras de arte proponen con estos cuerpos representados arrojan luz sobre las maneras en las que, como espectadores, se entiende, justifica, o rechaza la violencia.

Phýsis rupta. Fragmentos de cuerpo y psique

El común denominador entre las obras escogidas para armar este núcleo es el de los diferentes horrores históricos, vivenciales e incluso aquellos vértices que aloja la misma violencia, como la perversión o el daño. Aunque la reflexión y el tratamiento de las imágenes aquí vertidas atañen al cuerpo humano y a una violencia subjetiva (individual, interna, espiritual), incluso, al deplorable daño físico que significa un linchamiento; nunca se contemplan como el cuerpo doloroso o sufriente, sino como un cuerpo arruinado y roto, cotidiana e históricamente. Cuerpo, psique, voluntad y transcurso, asimilados como condiciones naturales pero con un devenir obligado y asistido que los fragmenta o mutila, son extensiones físicas, figurativas y anímicas del cuerpo social y del cuerpo de la vida, sobre el cual queda sólo pesar y resignación.