Arnaldo Roche-Rabell

y los modelos

Por Michèle Dalmace | mayo 10, 2010

Arnaldo Roche Rabell suele interpelar varios tipos de modelos: modelos considerados como marcadores de un estilo o/y una entidad, internos, caribeños, europeos, entre los que se entabla un diálogo intercultural. Por otra parte renueva el concepto de “modelo” como figura y comparte de manera radicalmente diferente la intimidad con él.

Process: de’ Fence, 2006. Drawing. Proceso: de’ Fence, 2006. Dibujo.

Los maestros puertorriqueños

La primera filiación deliberadamente reivindicada por Roche en su obra corresponde a los maestros que han ido desarrollando su trabajo en Puerto Rico durante el siglo XIX y la primera parte del XX: José Campeche, Francisco Oller, Ramón Frade, como lo manifiesta su tela Campeche, Oller y Roche (2000). El reino de Pantaleón y La dama se baja del caballo, si bien hacen una clara referencia a Campeche, están dotados de un fuerte humor, negro por lo que concierne al primero, más cómplice con el espectador en el segundo caso, como invitándole a olvidarse tanto de las normas de la dama de buena sociedad como de las reglas pictóricas para adoptar una mirada nueva sobre estas rupturas.

En varias ocasiones Roche cita a Francisco Oller y Cestero por simbolizar una concientización en cuanto a la cultura puertorriqueña.

La intimidad con Van Gogh

Roche establece una comunión con Van Gogh, con el que le une una experiencia visual, unas vivencias dolorosas y una práctica basada en una pasta espesa y una gama de colores vivos. Cada uno ha expresado su dificultad para armonizar una expresión que, por colisionar con la naturaleza arriesgada de la vida, va más allá de la representación de la luz o del objeto.

Al recomponer en un continuo tres dibujos del Hospicio Saint Paul de Mausole realizado por Van Gogh, Roche ofrece tanto momentos y lugares como estados de alma. Un continuo espacial, el del asilo, por ende mental, pero también temporal, ya que introduce un desfase espacial, el de la puerta a medio camino entre una realidad exterior y un mundo ensimismado. Convida a un recorrido casi iniciático, otorgando ciertas llaves al espectador, pero dejándole desprevenido ante el enigma final. La escala monumental hace penetrar al espectador en este universo que mediante la vitalidad espontánea de la pincelada, permite entender la urgencia compartida por ambos artistas. El asilo -como el autorretrato- se convierte en ancla donde Roche va depositando sensaciones, convicciones, temores, y creando un lazo entre el inconciente y el mundo real. Unas parejas de objetos van conformando al sujeto y su doble: el caballete, las flores, la silla, la cama, que van multiplicando y superponiendo las connotaciones, los contextos, los tiempos.

La huella de Lam

Otra filiación, subterránea o mejor dicho subarchipielágica y constante, permite a Roche identificar su obra no sólo con la puertorriqueñidad sino con lo caribeño. Bajo el universo de Arnaldo subyace el mundo de Wifredo Lam, desarrollado sobre todo después de La Jungla (1943-44). La obra de Roche Rabell participa de un parentesco formal, adoptando una barroquización acorde al modelo, al mismo tiempo que la relación con la naturaleza rechaza el exotismo tropical, indagando en la diégesis espiritual. También se sustenta en el legado de Lam que consideraba la pintura como “un acto de descolonización”. Dicho concepto ha repercutido significativamente en la producción de los artistas. La incorporación de la cultura subordinada afro- caribeña ha sido un detonador antes que nada para los artistas de las décadas de los 80 y de los 90.

La esplendorosa dramatización de Roche

La reflexión y la confrontación de símbolos culturales se han acompañado de una práctica relevante en su producción. Ha elegido una relación fuerte con su(s) modelos(s), bien distinta a las expresadas por el consagrado El pintor y la modelo, tan recurrente en el arte “occidental” y en particular en Picasso. Roche modifica la manera de aprehender el modelo. No lo hace mediante la mirada del demiurgo sino que el medio reside en lo táctil y la ductilidad. Por otra parte “la modelo” no actúa como una musa, ni como desnudo; no transmite lo bello, lo estético, ni la gracia.

El modelo elegido puede ser un cuerpo masculino o femenino, un rostro, pero también cualquier objeto: una silla, una cama, incluso un coche. Además la mayoría de las veces dicha representación del objeto se presta como receptáculo de la huella humana, de una silueta desdibujada, con poco contorno, de un aspecto espectral. Este procedimiento está en total adecuación con el mundo de encerramiento que el puertorriqueño propone al espectador. Consta de dos fases: un trabajo de amoldamiento que cubre al sujeto y otra en la que se trabaja sobre la tela tendida. Casi convertido en “escultor” sin reivindicarlo, Roche va moldeando al sujeto, va confrontándose a su cualidad física, haciendo aflorar o extirpando, en un acto de fuerza, los volúmenes, subrayando una actitud, arañando un detalle, una línea. En esta primera etapa no le interesa tanto lo estético o la pureza de la línea, sino lo que sugiere el primer trazo espeso. Después utilizará el “grattage” que requiere tanta energía, hasta fomentar signos translúcidos, huellas. Cuando asoma un rostro, enseguida el espectador lo asimila a un sudario que connota con el sufrimiento y la muerte, cuanto más a un icono religioso por el título y la simbólica aureola - Blessing America. La reiteración del retrato, constante en toda la obra, se convierte en esta última serie en una acumulación que no es repetitiva del todo, cada uno desvelando una faceta distinta del dolor que expresa. Rasgaduras rápidas, trazos maculados hacen surgir lo oculto, lo interior y lo van desvelando, con la complicidad de un trabajo de texturas distintas fundamentadas en lo vegetal.

Roche ha ido desplegando una poética orgánica a lo largo de su obra. Invita a penetrar la grandeza de un árbol por la huella de una ramita o la majestuosidad de la naturaleza por el abanico vegetal que ofrece en una obra. Su aproximación a una vegetación caribeña se sitúa en una línea similar a la de Lam. No ofrece una visión exótica sino que propone una dimensión más profunda, dejando entender que por debajo de la superficie yace un mundo espiritual y sensual. El hecho de embadurnar de colores puros unas ramas para luego despegarlas de la tela con el fin de dejar unas huellas ligeras y de numerosos matices constituye un reto entre un acto de violencia y de delicadeza. También puede entretejerlas, con mucha sutileza. En ambos casos asoma un latido, aparecen ritmos.

Lo emocional, lo sensual llevan a Roche a enlazar la fragilidad con la fuerza, el sufrimiento con una nueva estética de la naturaleza. El artista se apodera de colores suntuosos como el amarillo, el azul, antes de repartir unos tonos más oscuros que otorgan sustancia a las cosas prosaicas - un coche. Por un lado pueden contribuir a que todo se vuelva espeso: la luz, las sombras, el espacio, la atmósfera.

Por otro ponen de realce la deformidad de los cuerpos que el trazo ha ido subrayando paralelamente a lo estético de la naturaleza. Numerosos elementos entran en simbiosis: correspondencias entre la plasticidad y la flexibilidad de los soportes, ensamblajes de soportes, de técnicas, de sujetos, paradojas que se van diluyendo. No es tanto lo que nos muestra lo que constituye el nudo de su pintura sino lo frágil y la capacidad que tiene dicha fragilidad para renovarse, o para emplear un oximoron al igual que el artista lo práctica, lo fuerte de esta fragilidad.

El modelo endógeno y el externo, la renovada concepción de la noción de “modelo” que conlleva la tactilidad, la corporeidad, lo emocional, la integración de la naturaleza en una ósmosis con el ser humano resultan de una caribeñidad que enlaza con lo universal.

Perfil:

Arnaldo Roche-Rabell nació en Santurce, Puerto Rico en 1955. Luego de realizar estudios de arquitectura, diseño e ilustración, obtuvo el grado de Maestría en Bellas Artes en el Art Institute of Chicago en 1984. Ha recibido prestigiosos reconocimientos como el Visual Arts Award (New York, 1991) y el Medallion of Lincoln Awards for the Visual Arts (Illinois, 1981), entre otros. Ha realizado numerosas exposiciones individuales entre las que destacan: Arte Hispánico en los Estados Unidos, Los Angeles County Museum of Art, 1984; Art of the Fantastic, Indianapolis Museum of Art, 1987; Artistas Latinoamericanos del Siglo XX, MoMA, New York; Centre Georges Pompidou, Paris; Museum I.udwig, Cologne, 1992-93; Arnaldo Roche-Rabell: Los Primeros Diez Años, Museo de Arte Contemporáneo, Monterrey, Méjico, 1993; Selections from the Collection, Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, Washington, D.C., 1994; Arnaldo Roche-Rabell, Museo de Arte Moderno, Ciudad de Méjico, 1995; Art in Chicago, 1945- 1995; Museum of Contemporary Art, Chicago, 1996; Arnaldo Roche-Rabell, The Uncommonwealth, Anderson Gallery, Commonwealth University, Richmond, Virginia; Museum of American Art, Pennsylvania Academy of the Fine Arts, 1996; El Humor y la Rabia, Fundación Caixa Catalunya, Barcelona, 2001 Arnaldo Roche-Rabell: Fraternos, Museo de Arte de Ponce, Puerto Rico, 2003; Arnaldo Roche, Painting: Surviving Insanity, Latin American Masters, Beverly Hills, 2004. Su obra es parte en colecciones permanentes de varios museos estadounidenses. Actualmente es representando en exclusividad por Walter Otero Gallery.