Claudio Girola y la poesía, dueña de su historia

Por Cristina Rossi | abril 03, 2014

Integrante de una familia de escultores, Claudio Girola formó parte de los grupos rioplatenses de arte concreto. Como todos los artistas de vanguardia, los concretos hicieron uso de un arsenal de panfletos y manifiestos, entre los cuales el primero fue el Manifiesto de cuatro jóvenes firmado, precisamente, por Girola junto a Tomás Maldonado, Alfredo Hlito y Jorge Brito en 1942.

Claudio Girola y la poesía, dueña de su historia

Según ha relatado él mismo, siendo estudiantes consideraron escandaloso el premio otorgado en el Salón Nacional a un artista que también era profesor en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y, en consecuencia, escribieron un manifiesto en el cual se rebelaban contra el sistema de consagración y de enseñanza del arte. Aunque los cuatro alumnos esperaban obtener el apoyo de sus compañeros, sólo lograron que el Director de la institución les exigiera ratificar o rectificar “los exabruptos del panfleto”, tras lo cual optaron por ratificar sus palabras y abandonar los estudios académicos. Recordando el hecho, Girola celebró el haber nacido a “la vida del arte por la pasión, el verbo, la obra no conformista y la vigilancia en mantener abiertas las inquietudes, no traicionarlas”.

En el verano del 44 se publicó Arturo. Revista de artes abstractas y de ese núcleo de jóvenes surgieron las agrupaciones de arte concreto: el grupo Madí y la Asociación de Arte Concreto Invención (AACI). Si bien Girola formó parte de este último grupo, ambos propusieron un arte de pura “invención” que partía de formas simples pintadas con colores planos, sea componiendo estructuras coplanares que se disponían directamente sobre el muro o pintando obras de marco recortado, cuyos bordes se ceñían a las formas geométricas que contenían. En este período las esculturas de Girola trabajaron sobre las relaciones forma/espacio y la problemática direccional.

Una vez disuelta la AACI, los jóvenes continuaron buscando diferentes formas de organización y alianzas para consolidar y difundir el aún polémico lenguaje abstracto. En ese marco, Girola formó parte del colectivo reunido por Aldo Pellegrini que desde 1952 se conoció como Grupo de Artistas Modernos de la Argentina (GAMA), integrado por algunos artistas que se ajustaban al programa concreto y otros que preferían una abstracción más libre.

En ese tiempo también los arquitectos chilenos estaban impulsando una transformación de sus planes de estudio. La Universidad Católica de Santiago convocó a Josef Albers para la Cátedra de Plástica, mientras que en el grupo renovador de la Universidad Católica de Valparaíso (UCV) estaban el arquitecto Alberto Cruz Covarrubias y el poeta argentino Godofredo Iommi. En el marco de este proceso de modernización, en 1952 la UCV organizó la Primera Exposición de Arte Concreto en la que se presentaron pinturas de Hlito y Maldonado y esculturas de Enio Iommi y Girola, en Viña del Mar y en Santiago de Chile.

Tras este primer contacto, Girola realizó frecuentes incursiones en el campo cultural chileno hasta que, en 1956, aceptó una invitación para desempeñarse en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, ya que compartía la propuesta de enseñanza que planteaba acercar al alumno a la arquitectura a través de la poesía (entendiendo el término poesía como el “hacer que da existencia a algo que hasta entonces no la tenía”, según se comprendía en la Antigua Grecia). Al principio fue nombrado profesor de Plástica y, después, fue miembro fundador de su Instituto de Arquitectura. Radicado definitivamente en Valparaíso, desde allí concibió el cuerpo principal de su obra escultórica bajo esa misma concepción poética.

En un análisis retrospectivo sobre su producción, en 1991 Girola señaló ocho momentos escultóricos. No obstante aclaró que esos momentos no debían comprenderse como etapas sino como nudos de interés alrededor de los cuales giraron sus preocupaciones estéticas a través del tiempo. Situó el primer momento de trabajo sobre el volumen-masa en la etapa de aprendizaje y experimentación. Ese interés inicial progresivamente cedió primacía a las planimetrías en tres dimensiones, sobre las que se asentaron tanto los planos con dobleces y las triangulaciones –trabajadas con metales recortados y plegados– como las esculturas concretas, realizadas en yeso y en madera laqueada o natural.

Luego, dominó lo direccional ya que la síntesis de las formas tendió a expresar los volúmenes sólo a partir de sus aristas y direcciones. No obstante, los procesos de cambio continuaron hacia una abstracción y geometrización que comenzó a incluir la fracturación del volumen y la integración de las bases.

Si bien el cuestionamiento al zócalo o pedestal atraviesa la historia de la escultura, Girola radicalizó el planteo y propuso el desplazamiento de la escultura de la cara superior del basamento en la que siempre había estado ubicada: el resultado fue una nueva configuración que integra a ese elemento de apoyo.

En otros proyectos reconoció su intención de “erguir un vacío” e, incluso, su voluntad de poner en obra la “dispersión”[1]. Éstos fueron ámbitos para ser recorridos que, como las Dispersas de los años 80 cuestionaban la tradición multiplicando los puntos de apoyo de una obra que, de todos modos, ponía el acento sobre el volumen y la línea.

Todos estos desarrollos en el espacio tridimensional fueron acompañados por el trabajo sobre el plano del papel. Los dibujos, pinturas y collages registraron los distintos momentos escultóricos y se abrieron con libertad tanto a las exploraciones de materiales y texturas como a las nuevas relaciones de color y formas.

Entre las experiencias que trabajó en los talleres de la Universidad, en 1965 integró la primera Travesía de Amereida , cuyo itinerario intentó unir Tierra del Fuego y Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. Ese primer viaje poético fue realizado junto a diseñadores, escultores, poetas, pintores y arquitectos americanos y europeos. Desde los 80, los estudiantes del último curso de la EA-UCV concretan una travesía en la que construyen señalamientos y obras en el lugar, para trabajar sobre la percepción sensible del entorno.

Desde 1973 Girola enseñó, también, en las carreras de Diseño Gráfico y Diseño Industrial y en 1976 fue uno de los fundadores de la Ciudad Abierta de Ritoque, donde dejó varias obras entre las cuales se cuenta una de sus propuestas más originales: “El Pozo”, un espacio transitable que apela a todos los sentidos del espectador. Al atravesar esta grieta que se interna bajo el nivel del terreno a cielo abierto, el público puede experimentar la estrechez del espacio, la textura de la cantera y el pasaje de las sombras cada vez más intensas hasta la apertura a la plena luz, experiencias que evocan un íntimo recogimiento.

Al cruzar la alta Cordillera de los Andes desde la Argentina hacia Chile, el mar se abre hacia un horizonte inconmensurable. Si la “invención” había guiado los trabajos de Girola en la Argentina, ese horizonte sin límites parece haber dado el rumbo a sus búsquedas en la etapa chilena. Desde ese momento, libertad y poesía se amalgamaron en el pensamiento y la obra plástica de este artista que hoy está alcanzando su merecido sitio en los relatos del arte latinoamericano.

* CRISTINA ROSSI. Es Doctora en Historia y Teoría del Arte (UBA), Profesora e Investigadora de “Historia del Arte Americano II” (UBA) y de “Relatos Curatoriales” (UNTREF). Se desempeñó como Investigadora en diversos proyectos nacionales e internacionales, entre ellos Documents of 20th Century Latin American and Latino Art (ICAA), Museum of Fine Art Houston. Es autora de Jóvenes y modernos de los años 50 (2012), Víctor Magariños D. Presencias reales (2011), compiladora de Antonio Berni. Lecturas en tiempo presente (2010), co-autora de La abstracción en la argentina siglos XX y XXI (2011), de Palabra de artista. Textos sobre arte argentino 1961-1981 (2010) y de Arte Argentino y Latinoamericano del siglo XX; sus interrelaciones (2003). Se desempeña como curadora independiente y es miembro del CAIA, AACA-AICA.

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CLAUDIO GIROLA (Rosario, 1923 – Valparaíso, 1994)

Comenzó su formación artística en el taller rosarino de su padre, Santiago Girola. Luego estudio dibujo con el pintor Pedro Fornells y, en Buenos Aires, ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes donde fue discípulo del escultor Antonio Sibellino. Integró la vanguardia concreta junto a su hermano Enio Iommi y otros amigos. A mediados de los 50 se radicó en Chile, donde trabajó en la Universidad Católica de Valparaíso.

En 1963 recibió el Premio Braque y viajó a París, donde compartió las Phalenes o actos poéticos realizados por Godofredo Iommi (su tío) y participó en la Revue de Poésie. Entre sus innumerables exposiciones se destaca Claudio Girola. Tres momentos de Arte, Invención y Travesía 1923-94 (2007), acompañada por un libro que incluyó el catálogo razonado de la obra relevada hasta ese momento.

Proclive a la reflexión estética, Girola dejó su pensamiento en manuscritos y proyectos editoriales como: O Pureté!, Pureté!, Rimbaud (1981) y Cuatro Talleres de América en 197 9 (1982). Su temprana elección de trabajo en territorio chileno se extendió hasta 1994, año de su fallecimiento.

[1] Cf. Claudio Girola, Exposición Retrospectiva “Claudio Girola Escultura y Travesía 1940-1991”, Parque de las Esculturas, Santiago de Chile, 1991.