DIÁSPORA, UNA EXPOSICIÓN QUE EXPLORA LA CONSTRUCCIÓN CIUDADANA
Durante la tarde de ayer, en Quimera Galería, ubicada en Güemes 4474 (Buenos Aires), Eric Markowski se apropia del espacio de la galería haciendo un monumento a una lata de carne. Como una gran sopa de letras, la exposición curada por Sebastián Vidal Mackinson busca reconstruir la historia y comprender sus procesos de construcción ciudadana a la hora de materializar la historia.
Con una gran lata de carne marca Liebig en el centro de la galería, Markowski se apropia del monumento ubicado en la ciudad de Liebig, en la provincia de Entre Ríos (Argentina). “Estas latas –explica el artista- eran producidas por compañías inglesas asentadas en Argentina, para luego distribuirlas por todo Europa”. En aquella época transcurría la Segunda Guerra Mundial: las latas eran enviadas principalmente a soldados.
Pero estos alimentos llegaron incluso a lugares más remotos. Este era el caso del abuelo de Markowski, quien exiliado en África debido a la invasión Soviética a Polonia recibía de los ingleses las latas.
Terminada la guerra, el abuelo del artista decidió emigrar a la Argentina. Europa estaba devastada y se promovía mucho la emigración: los destinos a elegir eran Australia, Canadá y Argentina. En la lata decía “Industria Argentina”, aquello sugería en el inconsciente de muchos europeos que allí había trabajo y progreso.
“La obra, en su totalidad, propone pensar al arte contemporáneo dentro del proceso de construcción ciudadana, y cómo del patrimonio oral – Eric conoció las latas de corned beef por la historia que sus padres le contaron a él sobre sus abuelos- se constituye el patrimonio material”, argumenta Markowski. De aquí que la exposición lleva su nombre, Diáspora.
Por un lado, la muestra está constituida por pinturas que pretenden reinterpretar los paisajes industriales del interior de Argentina y Uruguay. A su vez, cada imagen esta superpuesta a una sopa de letras en las cuales se puede encontrar la ubicación de cada frigorífico. Todas las representaciones han sido tomadas de imágenes de archivo. Sin embargo, sumergidas en colores chillones y lánguidos, las pinturas de Markowski aluden a lo material de la historia, pero distanciándose de lo meramente documental (es decir, del blanco y negro de la fotografía de archivo).
Por otro lado, una serie de fotografías dialoga con las pinturas, y con el gran monumento que es el eje central de la obra. Diáspora, comenta el artista, somete la historia a “tres sobre escrituras: la palabra, representada en la sopa de letras; el dibujo, como técnica creadora de imágenes; y la fotografía”.
Pero el uso de la fotografía en la obra de Markowski también tiene otros significados.
Licenciado en Pintura en la Universidad de La Plata, el artista argentino descubrió durante su formación que las problemáticas que abordaba la fotografía –por su carácter más realista- le eran de mayor interés que los emprendidos por la pintura, donde el espectador posee el presupuesto de que aquello que observa es una representación de algo. “En una fotografía, uno puede creer que lo que se ve sucedió”, explica y agrega: “Más tarde entendí que no me es necesario pensar en el medio, sino en una imagen. Después busco la manera de abordarlo”.
Además, el uso de este medio surge a partir de fines prácticos. Durante el trabajo de campo e investigación Eric fotografió las distintas plantas industriales para luego llevar esas fotografías a la pintura o el dibujo. “Cuando vuelvo al estudio cambio mi forma de trabajo. Me vuelvo mas metódico, selecciono las fotografías y me pongo a pintar. Lo lindo de la pintura son los tiempos aplazados, lo malo de la fotografía es que sucede demasiado rápido”.
Por último, Diáspora asume una importancia política. Si bien el punto de partida es la historia familiar del artista, estos paisajes industriales forman parte de la historia política argentina. Durante la guerra, europeos –principalmente ingleses- hicieron grandes inversiones en el suelo argentino para exportar a europa todo tipo de alimentos. Finalizada la guerra, aquellos hombres de negocio hicieron sus valijas y volvieron a sus casas, abandonando inmensas estructuras y un centenar de trabajadores. Todo esto, sin ir más lejos, coincide con el 17 de octubre de 1945 cuando los grupos sindicales argentinos salieron a las calles para pedir la liberación de Juan Domingo Perón.